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En nuestro tiempo: una traducción de un Hemingway que siempre se agradece.

El suceso es de reciente data. Acaeció en el casi reciente 2018 , y se trata de la primera versión al castellano de la iniciática colección de  In Our Time,  los cuentos hemingwayanos que vieron la luz en 1925 [1] .

Ernest Hemingway: En nuestro tiempo

 
Hasta aquí, los que nos hemos asomado a su lectura, remontando los vericuetos del inglés original, por razones del oficio literario o por el simple placer que la lectura inteligente siempre comunica; hemos sido unos verdaderosm suertudos, para decirlo como se dice en la Argentina, donde la obra ha sido felizmente impresa.

Desde ese minuto la barrera idiomática ha sido vencida, y aquellos emblemáticos relatos quedan expuestos bienhechoramente para el disfrute de los lectores hispanohablantes.

La edición tiene además un plus sustantivo. Está prologada por  Ricardo Piglia[2], una voz más que suficiente a la hora de remontar la mejor exegesis del Hemingway que hizo época y estilo en la narrativa mundial.

Piglia, esta vez prologuista desde la tremenda admiración al Hemingway total, pero también muy bien dotado y reconocido como narrador de marcas mundiales, pudo ver confirmado este empeño poco antes de su fallecimiento.

 Su relato nos llega como desde un sueño de juventud:

‘’(…) en una librería de libros usados en la terminal de ómnibus  de Mar del Plata, en una galería encristalada, sobre una mesa de saldos, encontré en 1959 un ejemplar de In Our Time, y esa tarde volví a casa, y lo leí de un tirón(…) A medida que avanzaba en la lectura la luz cambiaba y declinaba. Terminé casi a oscuras, al fin de la tarde(…) No me había movido, no había querido levantarme para encender la lámpara porque temía quebrar el sortilegio de la prosa. Concluí el libro en plena oscuridad. Cuando por fin me levanté y prendí la luz ya era otro”[3]

 El autor argentino acaba por reconocer que:

(…)“la forma del recuerdo, la luz declina hasta que cae la noche, está influida por la prosa de Hemingway, por su capacidad para captar el sentimiento con leves matices y cambios de tono”[4]

Y para nada queda ajeno a las influencias de aquella lectura formativa cuando nos declara sin sonrojos que:

“La gravitación de esta lectura está presente, nítida, en los cuentos de La invasión, mi primer libro(…) Mi experiencia con este libro me abrió las puertas de la experimentación narrativa.”[5]

Mucho antes de que se consumara este intento traductivo, ya muchos noveles autores supieron aquilatar lo que Piglia señala en lo referente a:

“La calidad de su prosa y la originalidad de su estructura(…) ejemplo de unidad en la composición: entre los cuentos se intercalan lacónicas viñetas de guerra en las que se describen escenas que influyen tangencialmente en las conductas de los personajes de los relatos”[6]

El hecho de ninguna manera es aislado en las letras hispanoamericanas.

Sería, como el propio Piglia nos lo recuerda, el caso de otro narrador de relevancias: Guillermo Cabrera Infante, en su libro de relatos Así en la paz como en la guerra, que viera la luz en 1960.

Piglia  considera que el libro del cubano es la réplica del de Hemingway porque a su buen saber y entender:

“repite el procedimiento, allí las viñetas narran episodios de la lucha revolucionaria cubana y en ese contexto los cuentos adquieren su verdadero contexto”[7]

Piglia nos seguirá proponiendo en su prólogo, las pistas imprescindibles para acercarnos con luz al Hemingway narrador del que ha resultado esta pieza maestra de la narrativa mundial, delineada a través de  sus diecisiete relatos, y sus  quince viñetas.

El libro, que puede ser abordado desde la perspectiva de relatos independientes, o acaso también con la organicidad típica de una novela, abunda en los temas de por si, ciento por ciento hemingwayanos:

“donde la guerra, el alcohol, la pesca y los toros, la soledad atormentada de Nick Adams ya están aquí, orbitando alrededor de ese núcleo emocional que Hemingway nunca nombra, pero hacia el que sus relatos siempre gravitan”[8]

Dice nuestro prologuista con sobrada autoridad al respecto que:

“Hemingway  quería escribir historias mínimas, tratando de narrar los hechos y transmitir la experiencia, pero no su sentido. La simplicidad de la estructura de las frases y de la dicción (…) se ve reforzada por el uso  restringido de adjetivos y adverbios(…) y puede ser leído como una versión personal que definió la renovación de la literatura moderna”[9]

El propio Hemingway habría de reconocer, como Piglia nos lo recuerda desde la cita de Paris era una fiesta, que escribió estos relatos aplicando en todos su extremos la técnica de Chejov de “sin trama y sin final”[10]

En especial alusión para el primer relato que Hemingway escribió para la colección (Fuera de Temporada) apuntaría que:

“(…)omití el verdadero final en que el viejo se ahorcaba. Lo omití basándome de que se puede omitir cualquier cosa si se sabe qué omitir y que la parte omitida refuerza la historia y hace al lector sentir algo más de lo que ha comprendido”[11]

La inusual e innovativa técnica se hace muy presente en otro relato del libro: Río de dos corazones,  y que no por ser el  del cierre, y a decir de los mejores informados, incluyendo al Piglia prologuista que nos marca estas pautas aproximativas, constituye per se, la verdadera perla de la corona literaria que se ciñe Hemingway sin discusión con esta innovativa entrega.

Así  adelanta para el curioso lector, los intríngulis de este portentoso relato, que por su extensión se fragmenta en dos parte:

“El relato narra las actividades de Nick Adams desde los momentos que desciende del tren en la desolada Michigan Superior buscando un lugar para acampar. El tema secreto del relato es el efecto de la guerra en Nick Adams, y en el cuento se narra, de un modo sutil y detallado, una excursión de pesca. No pasa nada pero el cuento acumula tensión, el estilo muestra que Nick Adams padece una crisis que trata desesperadamente de controlar sin decirlo nunca.”[12]

Un detalle singular, acaso poco manejado del relato, se nos revela en las palabras liminares del segundo volumen de las Cartas de Ernest Hemingway correspondientes al período de 1923-1925.

Lo afirma J. Gerald Kennedy, editor consultante de esta impresionante obra, y alude a la discutida y controversial omisión del final del relato original de Hemingway, que Gertrude Stein le sugiriera en su minuto, y que recordara luego en  The Autobiography of Alice  B. Toklas, apuntando su famosa frase de que: “los recuerdos no son literatura”[13]

Kennedy nos puntualiza esos pormenores:

“Sabemos ahora que las meditaciones  que la Stein le sugirió cortar del relato, consistían en un monologo interior(publicado por la edición de Philip Young de Los relatos de Nick Adams) en el cual Nick, olvidando su terapia de pesca de truchas, comparaba a sus antiguos amigos de Michigan con su nueva cohorte literaria de Paris-Stein, Pound, James Joyce, Robert McAlmond, entre otros. Hemingway  visionó un viraje avant garde y meta-ficcional en el cual  la historia de Nick Adams se difuminaba con el suyo propio hasta convertir sus actuales conocidos en su compinches de pesca”[14] 

Pero Hemingway no dejaría evidencia de la certeza de tal sugerencia en ninguna de las dos misivas que escribiría y que ahora citamos con toda pertinencia.

En carta firmada el 1 de Noviembre de 1924 a Robert McAlmond dejaría bien explícito su punto:

“He decidido que toda la conversación mental en la  larga historia de pesquería es inservible y tengo que cortarla toda. Las últimas nueve páginas. La historia fue interrumpida cuando iba muy bien  y nunca pude regresar a ella y terminarla.  Tuve un shock cuando descubrí  cuan deplorable era y me devolví al río y la terminé del modo en que debiera haber sido. Solo  quedó la historia de la pesca.”[15]

Dos días después en carta a Donald Ogden Stewart,  daría las indicaciones pertinentes  para eliminar el texto y sustituirlo con otro:

“(…) He descubierto que las ultimas once páginas de la última narración del libro que te envíe son una basura (…) En este mismo sobre encontrarás cinco páginas, estas  sustituirán aquellas en el cuento llamado El río de los dos corazones(…)[16]

Para mejor entendimiento del lector, Piglia complementa, en la continuidad de su ya mentado prólogo un fragmento de la omisión ya citada.

Se trata a no dudarlo de una interesante declaración de principios del propio Hemingway,  respecto a las cualidades creativas, esbozadas con inteligencia a través de su alter ego Nick Adams:

“La única literatura buena era la que uno inventaba, la que uno imaginaba. Eso hacía que todo fuera real. Todo lo bueno que había escrito lo había inventado. Nada había sucedido. Habían sucedido otras cosas. Cosas mejores quizás. Esa era la debilidad de Joyce, Dedalus de Ulises era el mismo Joyce. Joyce se ponía tan  romántico e intelectual cuando se refería a él. A Bloom lo había inventado, y Bloom era magnífico. A la señora Bloom la había inventado. Ella era lo mejor del mundo”[17]

Nada mejor para el cierre que dejar en boca  del prologuista de esta inmejorable tarea traductiva, sus palabras lúcidas y valorativa para el héroe inmejorable de esta batalla, el  Hemingway narrador-estilista de estos cuentos magníficos e inolvidables:

  ‘’Endurecerse es un oficio como cualquier otro: hay que ensayarlo y aprenderlo. Es arduo pero vale la pena: elegir un papel es quedarse oculto, cobijarse en los gestos vacíos. Los hombres de Hemingway son lo que hacen: si consiguen disimular el miedo, ese mismo acto los definirá para siempre. Ser un valiente o parecerlo: en el fondo es lo mismo cuando se trata de sobrevivir.(…) Todo su estilo, despojado y sutil, está construido para superar esa ambigüedad(…) los personajes de Hemingway están enfrentados con su propia máscara, viven el esfuerzo por reencontrar la realidad que se ha extraviado en una acción ciega y violenta. Nosotros compartimos fugazmente esas encrucijadas(…)fragmentos de un diálogo que se va apagando mientras nos alejamos(…) por eso sus mejores creaciones son sus cuentos, una breve y dinámica percepción de la realidad, llena de matices y sentidos ocultos, envuelta en un estilo riguroso y tenso que reproduce el espesor del mundo”[18]

  


[1] En nuestro tiempo. Ernest Hemingway. Prólogo de Ricardo Piglia. Traducción de Rolando Costa Picazzo. Penguin Random House Grupo Editorial S.A. Buenos Aires, 2018.

[2] Argentina.(1940-2017). Uno de los mayores referentes de la literatura actual en español. Entre sus libros destacan las novelas Respiración artificial(1980). La ciudad ausente(1992).Plata quemada (1997). Nombre falso (1975). Prisión perpetua(1988); y los de ensayos Crítica y ficción(1986).Formas breves(1999).El último lector (2005). Las tres vanguardias (2016). Además de su libro autobiográfico dividido en tres volúmenes, Los diarios de Emilio Renzi. Fue profesor emérito de la Universidad de Prinenton. Entre los numerosos reconocimientos recibidos sobresalen el Premio Nacional de la Crítica en España; Premio Rómulo Gallegos; Premio Bartolomé March; Premio Casa de las Américas; Premio José Donoso; Premio Formentor. En Escritores norteamericanos. Ricardo Piglia. Ediciones Universidad Diego Portales. Santiago de Chile, 2018. (Datos en contracubierta.)

[3] Ibíd. pp.12-13

[4] Ibíd.

[5] Ibíd.

[6] Ibíd. p.7

[7] Ibíd. Cabrera Infante no reconoce tácitamente la influencia hemingwayana aunque afirma “que las viñetas anteceden  y contradicen los cuentos(…)sus autores han sido derrotados, pero queda su literatura invencible en los muros” En Así en la paz como en la guerra. Guillermo Cabrera Infante. Ediciones R. La Habana, 1964. p.13

[8] En nuestro tiempo. Ernest Hemingway. Óp.cit. Nota del editor, contraportada.

[9] Ibíd. p.9

[10] Ibíd.

[11] Ibíd.

[12] Ibíd. pp.10-11

[13] The Letters of Ernest Hemingway. 1923-1925.  Edited by Sandra Spanier et al. Cambridge University Press. NY, 2013. p. liii.

[14] Ibíd.

[15] Ibíd. p. 170

[16] Ibíd. p.172

[17] On Writing, citado por Piglia en el  Prólogo a En nuestro tiempo, Óp. Cit. p.11

[18] Ernest Hemingway. Vivir el Código.  En Escritores norteamericanos. óp cit.pp.34-35

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