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La Guerra Civil Española en los cuentos de Ernest Hemingway: algunos relatos españoles y uno cubano

 

Por la Casa del Campo

Y el Manzanares

Quieren pasar los moros

Mamita mía y no pasa nadie.

Los Cuatro Generales. Copla del Madrid Republicano.ca 1937.


 

Ilya Ehrenburg, corresponsal de 'Izvestia', Ernest Hemingway y el brigadista alemán Gustav Regler en España en 1937. Ernest Hemingway Collection

La vitalidad narrativa de Ernest Hemingway nos sorprende siempre por donde menos pensamos. Conocidas hasta casi una saciedad siempre portadora de nuevos elementos renovadores, sin embargo, las historias cortas del gran narrador que fue Hemingway, dan pie una y otra vez para llegar a entenderlas con una nueva luz. Este es el caso de las que hubiera de signar en la línea de la Guerra Civil Española, un grupo sui géneris de relatos donde la coordenada del suceso histórico que él cubriera desde su condición de reportero de la NANA[i], no demeritan nunca al sujeto literario que emerge en ellas, con la fuerza y la credibilidad inevitables que le otorgaban tal condición.

Los hechos históricos se trasuntan de manera muy peculiar en estas historias de la Guerra Civil que hoy analizamos. En todas, el detalle unificador es un Madrid bajo acecho que tiene sin embargo la sorprendente vitalidad de una ciudad, si no la misma que Hemingway conociera antes, sí la de marcas muy sorprendentes, para un momento álgido del conflicto español entre los años 1937 y 1938. Al menos cuatro relatos pasan por esta coordenada madrileña, a saber: The Denunciation, The Butterfly and the tank, Night Befote the Battle y Landscape with figures.[ii] En todos ellos, sumando un quinto y sexto exponentes que serían Under the Ridge y  Nobody ever dies[iii],—ambos vinculados igualmente al hecho, pero con una ligera variación del setting —(español en todo caso,  en el primero,  y en la otra con la ubicación de la acción en Cuba)— , hay detalles de clara sugerencia para los ambientes de la ciudad sitiada, pero en especial para un sitio que es el escenario que comparten al menos las cuatro primeras mentadas: el Bar de Chicote.

De tal setting y de los que se le vinculan en los relatos, y en la coordenada que efectivamente le comunica a la acción, hacemos necesaria mención, como  inevitables escenarios que los habitan, y del que emergen las historias vitalizadas por sus envolventes atmósferas.

El Bar de Chicote, el último que cierra en la Gran Vía…..

Ubicado justo en el corazón de aquella emblemática vía madrileña, por entonces llena de cascotes de metralla, y por donde sólo se aventuraban los milicianos de la República y algunos transeúntes, luego que el bombardeo enemigo hubiera terminado, Hemingway, personificado en todos los casos, como claro alter ego del narrador, (detrás del cual ubica su mirada omnisciente),— siempre muy bien situado en este contexto, que sin dudas, marca con muy sugeridora maestría,— le saca el mejor partido a este peculiar ambiente donde transcurren las narraciones. Decir de este sitio que “era el mejor bar”, no de Madrid, sino “de toda España”,  no parece exagerado para alguien tan exigente como Papa, justamente si se trata de clasificar esos sitios en los que su paladar pudiera deleitarse con “la mejor ginebra que el dinero pudiera comprar”, para apuntar a punto seguido que “Chicote tenía una reserva de whisky de barril que venía de Escocia y que era mucho mejor que el de las marcas reconocidas, por lo que resultaba lastimoso compararlo con el Scotch ordinario”[iv] De otras bebidas allí degustadas dice el narrador que “ todavía les quedaba la ginebra amarilla y el agua de quinina india” o agua tónica, “que nadie había ordenado desde el comienzo de la guerra, y que tenía el mismo precio que antes de la revuelta”[v].  El bar pasa por todas ellas, como también,  la muerte, el temor a aquella, las chanzas que pueden costar la vida o el sentimiento dividido entre la amistad y el deber, todos temas indudables de estas narraciones. Todo perfectamente matizado por ese sentimiento de lo humano siempre único y bien entendido, que Hemingway sabe captar desde su muy bien ubicada posición del narrador-observador que nunca cuenta lo que no sabe bien.

La historia de este primer relato: “The Denunciation”[vi] que principia con  la necesaria ubicación del mismo en el siempre animado interior del bar de Chicote, un hecho que se repetirá en las ya citadas narraciones, le hace claro honor al título: se trata de una denuncia a un connotado fascista que en su condición de espía en territorio de la República, se aventura al bar, para según nos acota el narrador: “tomar un trago en aquel antiguo sitio, porque “era ciertamente  muy animado”, y la “gente ciertamente animada, siempre son los más valientes, y los que primero mueren”[vii]

El detalle primario de tal hecho tiene la fortuita connotación de que el personaje denunciado, no hubiera concurrido al bar de no haber querido disfrutar de un espacio cuyo ambiente apreciaba, un hecho que el narrador encuentra  lógico y perfectamente comprensible; pero que,  en modo alguno,  hubiera sucedido cuando ya “el barril de whisky se hubiera agotado y lo mismo sucediera con la ginebra amarilla, y el lugar ya no tuviera referencias de su antiguo esplendor”. Con lo que el detalle anecdótico de la calidad de las bebidas allí degustadas, y el singular ambiente del bar madrileño en medio de la refriega civil, son a mi ver importantes “personajes” que ambientan los hechos y dan  imprescindible “profundidad de campo” a la acción que se nos narra.

La curiosa vinculación del narrador con el fascista denunciado, que regresa a Madrid como espía, se da en el tiempo de la historia como un muy bien ubicado flash-back donde se hallan las coordenadas del aludido, descubierto además por uno de los camareros del sitio. El dilema entre el deber de denunciar la presencia del fascista, que resulta un viejo conocido del narrador y del mozo, y el sacrificio de la antigua amistad de ambos con el denunciado, inveterado jugador y cliente fiel del sitio, y en tal momento, enemigo de la causa republicana, es el elemento más singular que recorre el relato.

Un detalle a considerar es que este dilema moral se resuelve de manera nada ortodoxa, cuando el propio narrador asume toda responsabilidad, dejando libre de cualquier sospecha, al anónimo denunciante, por aquello de que para el denunciado hubiera sido muy desilusionante y amargo saber que lo hubiera delatado el mismo camarero que lo había atendido toda la vida. La historia, por demás,   está cargada de un sentimiento muy hemingwayano, de ese sentido tan especialmente suyo que codificaba sus acciones desde la coordenada de esos personajes “duros” de los que no se desembaraza nunca, pero que igualmente se mueven por los  recovecos de la duda o el remordimiento, todos de la profundidad humana que recorre su obra y en especial sus historias cortas.

Las anécdotas del bar de Chicote se repetirán en las subsiguientes historias con matices más o menos  reveladores de la cercanía del narrador a este espacio del Madrid republicano, donde en las tardes, después de la batalla, se reunían los que a la mañana siguiente regresarían a cumplir con el deber de su defensa a pocas cuadras de aquel sitio donde se atenuaban con un poco de alcohol el duro oficio de los días de guerra. Hemingway no es excepción, tampoco lo son los personajes que se sientan a su mesa. Tal es el caso de  The Butterfly and the Tank  que arranca en una tarde de lluvia, cuando las mesas están todas llenas y frente al bar hay “tres filas de bebedores con sus tragos en la mano”[viii] y donde la seriedad de la guerra se entrecruza con ese desprejuiciado jolgorio que los primeros tragos suelen avivar en los menos acostumbrados, y que en el cuento en particular le cuesta la vida a un imprudente y bromista marchante. Otra vez es  Hemingway un bien ubicado observador,  pero para quien la anécdota de la historia no  es todavía materia literaria por lo que de negativo puede tener para la causa de la República, (se trata de la muerte en inútil circunstancia de un republicano), pero quien no duda en convertirla en relato de ficción, dado el carácter singular de un hecho donde se dan cruce de ida y vuelta los avatares más dramáticos de la humana condición. Otra vez en este relato el detalle más sustancioso se da en el campo de quienes disfrutan de un buen trago y de la conversación, las chanzas, y hasta el posible regocijo “después de la batalla” y en el día postrer de cualquiera de los allí reunidos.

Ese mismo ambiente que lo  es también el de Night before the battle, otra de las historias citadas, la que suma detalles coincidentes con el resto,  justo en una segunda e intermedia sección de la historia, (la primera refiere a otro espacio ambiental al que describiremos luego), marca las coordenadas de un sitio que es algo así como un remanso, a pesar de la ruidosa concurrencia que bebe en esas tres filas alrededor del bar, o que atiborra las mesas, aunque casi a la hora de cerrar, cuando al decir del narrador —sea Henry o  Hemingway— ya da igual,  “ no admitían la entrada de más nadie, pero tú tenías media hora más antes de que cerraran”[ix]

Ese particular relato donde la vida y la muerte cabalgan sobre el filo de una navaja, es al igual que el resto ya mentado, uno en que el detalle anecdótico refiere de improviso a coordenadas muy biográficas en el Madrid del 37.  El personaje de Al, que acompaña al omnisciente narrador  en esta historia, concurre a este espacio luego de la batalla en la que ha sido partícipe de un impetuoso,  pero inútil avance de  los tanques republicanos contra el cerco fascista, y del que el narrador, detrás del que Hemingway se escuda,  ha sido testigo, en su condición de improvisado realizador fílmico.  Este personaje puede tomar perfectamente nombre entre los  de los que los combatientes de la realidad pueden  prestarle constancia a los de la ficción, tomados entre ese grupo de la Brigada Decimoquinta desplegada cerca de Albares: americanos todos que se reunían con Hemingway en el bar y luego encontraban hospitalidad  permanente en la habitación del Hotel Florida: para “tomar un baño caliente,  degustar un aperitivo, un whisky   y después hasta conseguir una muchacha para pasar la noche”[x]

Ciertamente las coordenadas del bar de Chicote, marcan las mejores recreaciones espaciales de estas historias donde el sentido de pertenencia fija los ángulos de unos sucesos que complementan la mirada del narrador, para quien nada es superfluo, y en cuyo caso, es esa puntual mirada del observador atento, la que hace la historia en completa sucesión y la que mejor fija esos espacios no marcados que hacen la crucial diferencia entre lo que se observa por la vivencia, y lo que se inventa desde la lejanía de la ficción más pura. Un sitio donde al decir del narrador, se respira en su ambiente cargado por el humo de los cigarrillos, y el calor de la transpiración de los cuerpos, la sustancia del verdadero decursar de la guerra que se libra en sus inmediaciones, y en el que se hace un alto para que al otro día todo vuelva a comenzar.

 

El derruido edificio del Paseo Rosales. The Old Homestead.

Un cambio de setting nos ubica ahora en otro de los espacios narrativos que recorren al menos dos de estas específicas historias: la primera parte del ya citado Night Before the Battle y una historia más corta que las anteriores, pero no por ello definitivamente imbricada en los sucesos que se narran  en el Madrid bajo asedio del 37;  refiero ahora a Landscape with figures[xi] relato cuyas evidencias como reportaje se encuentran igualmente descritas en el despacho En el Frente de Guadalajara[xii].  Su título, uno de los más sugerentes de la cuentística hemingwayana, tiene que ver con una observación también tomada de la realidad en que las figuras humanas se recortan contra el paisaje del combate, al ser observadas desde la distancia.

 

Esta historia  se emparenta sin lugar a dudas con la evidencia fílmica del documental La Tierra Española que bajo la dirección del comunista holandés  Joris Ivens,  Hemingway secundara.  Las acciones que aquí se narran se imbrican entonces muy claramente con  las de la realidad, y el asunto del relato está  ubicado en aquel abandonado y ruinoso edificio de la calle Rosales,  a sólo diez minutos del corazón de Madrid. En ese sitio se encuentra camuflada la única cámara con telefoto de aquel precario equipo de filmación. Los personajes de esta historia camuflados igualmente desde la muy objetiva realidad,  se equiparan sin reservas a  las figuras del director de  la  ya citada  La Tierra Española: Joris Ivens, su camarógrafo John Ferno, el escritor Dos Passsos,  o los  periodistas Herbert Mathews y  Martha Gellhorn, y un enigmático personaje reconocido en la historia como “la autoridad británica”,  detrás de quien se pudiera parapetar el también periodista inglés Sefton Delmer.  Y es que en mi modesta opinión, estos relatos tienen como verdadero valor literario, el que logran trasegar de la  realidad,  sin que para ello importe mucho el necesario, pero a veces fácilmente develable, disfraz de la ficción, que involucra los acontecimientos que se mencionan. Los hechos de la guerra allí narrados, refieren circunstancialmente a sucesos fácilmente verificables, en que los personajes  que los habitan,   prefiguran sin discusión a los ya citados, todos junto a Hemingway, inveterado narrador, involucrados en las historias que se narran, y perfectamente camuflados en el polvoriento apartamento  del Paseo Rosales y al que bautizara como Old Homestead, en alusión a la otrora casa de su abuelo en Chicago.

 

 

De las trincheras  de Madrid a una casa de las afueras en La Habana.

El relato Under the Ridge que supone una mirada, quizás la más hondamente humana de todas las que se generan en estas historias de vida y de muerte, nos ubica en un ambiente  más  próximo al combate, en las trincheras de una unidad de reserva de los republicanos, en las cercanías donde operaba la Duodécima Brigada Internacional comandada por el general Lucasz, quien aparece personificado en esta narración. La historia que  tiene este enrarecido ambiente de combate, y el testimonio otra vez fílmico de lo que sería el documental La Tierra Española, se ubica en ese contexto, y define su acción en la línea de la ficción , por algunos de esos sucesos de carácter documental. Sin lugar a dudas y tal y como lo reconoce Baker: “La fuerza de esta narración proviene de la rabia de un hombre de Badajoz, quien reniega de las medidas disciplinarias de la policía militar”[xiii].  Hemingway  se suma en esta historia casi anónima que protagoniza aquel hombre de Badajoz, como un perfecto observador de una anécdota, cuya tragedia central enfatiza el aspecto primordial de la disciplina que aquellos duros oficiales rusos hacen valer en el frente. Su convicción de que hacen su nada agradable oficio como única opción posible para mantener la inevitable moral de la guerra, contrasta empero con el tono y el acento de la historia, por la que indudablemente recorre un hálito de profundísima humanidad del anónimo soldado,  quien en algún momento le sugiere retirarse de aquel sitio porque el narrador le recuerda a aquellos  policías militares de rostros fríos y ataviados con jackets de cuero negro.

Este relato que Hemingway termina en Cuba allá por 1939,  según nos lo cuenta Carlos Baker [xiv], comparte con Nobody ever Dies,  —y al menos otros dos relatos posteriores: I Guess Everything Reminds you of Something y  Great News from the Mainland[xv] el común acento de estar ubicados en ambientes cubanos, y porque refieren explícitamente a personajes y circunstancias del país. Singularmente este relato conoció una oportuna traducción al español de manos del ya desaparecido escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, y que con el título de La educación revolucionaria viera la luz en la sección cultural del diario Lunes de Revolución allá por 1961[xvi].  Los detalles de esta historia involucran a Enrique, un combatiente cubano de la Guerra Civil Española, a quien asesinan a su vuelta los sicarios del régimen de turno, y cuyo nombre curiosamente es la versión españolizada del de Henry, el personaje ya citado antes de la narración A Night before the battle, otra recurrencia que hace de esta historia un inevitable continuum en la secuencia de las narraciones hasta aquí abordadas. Otro detalle muy curioso, es el hecho de que la acción narrada, tenga una perpetuación en el tiempo histórico con un suceso de similar naturaleza, que le da cierre a la cinta cubana “Clandestinos” del reconocido y laureado cineasta cubano Fernando Pérez.[xvii]

 

Last but not least.

Las circunstancias a las que  se alude en este trabajo convergen con inusual precisión en una misma coordenada donde la historia y la ficción engranan una con otra, y enfatizan la novedad hemingwayana de hacer que lo narrado tenga, con impecable largueza,  la profundidad y la calidez de la realidad, sin faltar por ello, a las siempre inevitables desviaciones coyunturales de la ficción —siempre mínimas—. Es un hecho incontestable que todos los relatos magnifiquen ese lado humano del conflicto aludido: la Guerra Civil en España, y que la experiencia vivida por el narrador, tenga la preciosa carga de la observación, y el atinado manejo de los hechos luego de un proceso muy hemingwayano de deglución y síntesis. A mi mente viene en este instante una lapidaria frase de Hemingway, con la que define su verdadero carácter de hacedor de ficciones, y con la que pongo cierre a esta proximidad.  Dice Hemingway  con absoluta convicción que: “Estamos sentados con las piernas cruzadas en un bazar, y si la gente no está interesada en lo que  estamos diciendo, seguramente se marcharán”[xviii]. Su discurso, más allá de toda posible ficción,  nos sigue cautivando; ojalá el nuestro, pueda imitar esa envidiable virtud.

 

 



·        [1] Trabajo presentado en el X Coloquio Internacional Ernest Hemingway. La Habana, Mayo 23-25, 2005.  Mención en el Concurso de la Revista Viña Joven. Publicación del Centro Cultural y de Animación Misionera. Misioneros Claretianos de Santiago de Cuba)  Año 10.  Enero-Agosto 2009.

 



[i] North American Newspapers Alliance. Hemingway fue formalmente invitado a cubrir la Guerra como corresponsal para esta agencia a finales de 1936. Su primer viaje a España tuvo una duración de dos meses  en la primavera de 1937, luego repitió tres veces más en el período del siguiente año y medio. (Referencias en Hemingway-Speiser: The Spanish Civil War and the  Fifth Colum en http://www.sc.edu./library/spcoll/amlit/hemingway/hem6.html)

[ii] Todos estos relatos aparecen recogidos en The Complete Short Stories of Ernest Hemingway.The Finca Vigía Edition. Scribner Paperback Fiction, NY, 1998. Tal y como nos aclara Charles Scribner Jr.  en el Prefacio de este libro, Hemingway consideraba para 1939 una nueva colección de historias que pudieran formar libro aparte y de las que estas seis narraciones serían parte sustancial. El proyecto fue dejado a un lado, en tanto Hemingway se concentraba en escribir su memorable “Por quien doblan las campanas” y que vería la luz en 1940.  Su temática, como la novela ya citada,  y los detalles del setting y del narrador, los emparenta sin lugar a dudas unos con los otros, estableciendo nexos casuísticos muy claros entre ellos a los que aludimos en el presente trabajo. Estas obras, permanecen todavía inaccesibles al lector cubano por las obvias razones de no existir una traducción disponible de las mismas. Tengo el propósito de acometer tal empresa,  un modesto esfuerzo que ayude a completar la mirada sobre el conjunto del corpus cuentístico de Ernest Hemingway

[iii] Hacemos mención del detalle que estas dos historias aunque se encuentran dentro del discurso de la  Guerra Civil y la aluden claramente son un fruto posterior a las que inicialmente se consideran una serie de “cuentos” sobre este evento según lo apunta Baker en su  Ernest Hemingway. A Life Storie. Collier Book MacMillan Publishing Company. New York. Esta serie incluye a saber: “Dispatches on the Cahauffeurs of Madrid” ; “The Old Man on the Amposta River”; y los ya citados “The Denunciation”(aparecida en Esquire en Nov 1938) y “The Butterfly and the Tank”

( también publicada en Esquire en Dic 1938), esta última y según el criterio de John Steinbeck: “una de las muy pocas y mejores historias de todos los tiempos” (citado por  el propio Carlos Baker ) p. 337

[iv] El texto citado corresponde “The Denunciation”, p.421 en la edición ya apuntada anteriormente. La traducción de este y los subsiguientes fragmentos es de mi autoría.

[v] Ibidem, p. 421

[vi]The Denunciation” fue publicada en  Esquire en Noviembre de 1938

[vii] The Denunciation, op cit. p. 421

[viii] The Butterfly and  the tank .. Op cit.  p.429

[ix] “Night Before the Battle” op. cit. p.445.

[x] Carlos Baker. Ernest Hemingway. A Life Storie.  Op cit. p. 317.

[xi] Este relato está contenido en el acápite de la prosa nunca antes publicada en la edición de The Complete Short Stories  que venimos usando como referencia.

[xii]Ernest Hemingway en Norberto Fuentes. Un Corresponsal llamado Hemingway. Arte y Literatura, Ciudad de La Habana 1984. p. 174 y stes. Este despacho apareció publicado en  el diario The New Republic con fecha del 5 de mayo de 1937, recopilado en la posterior edición cubana por Norberto Fuentes

[xiii]Carlos Baker.Ernest Hemingway. A Life Storie. op cit. p. 339

[xiv] Ibid. p.339.

[xv] Para más referencias puede consultarse mi anterior trabajo: “Dos cuentos “cubanos” de Ernest Hemingway” presentado en el  9no Coloquio “Ernest Hemingway”  y que abordan una mirada casuística a estas dos narraciones.

[xvi]Mary Cruz. “Cuba y Hemingway en el gran río azul”.Ciudad de la Habana, Arte y Literatura. 1981. p. 90 y stes. El dato aparece citado como una nota aclaratoria en el libro. La extensa valoración de la autora sobre el tema en particular resulta esclarecedor a la hora de su interpretación crítica, por lo que no refiero a tal respecto, sino que sólo puntualizo algunos detalles que me parecen  interesantes.

[xvii] El cierre del cuento  y el de la película citada coinciden de manera muy singular, y aunque el hecho fílmico  se basa en un episodio de la lucha revolucionaria contra Batista en la Habana  de los años 50, la escena remite de manera automática al que Hemingway hubiera retratado en su relato y que acaece por los finales de la década del treinta. El personaje de Enrique en  “Nobody Ever Dies” parece prefigurar a esos luchadores revolucionarios  de esa posteridad. Preguntado al respecto, el director de la cinta aludida, Fernando Pérez , haber leído, en su momento el cuento de Hemingway.

[xviii] La cita está tomada de True at First Light, y se supone sea una  acotación que Hemingway le hiciera a su tercera esposa Martha Gellhorn. El original reza: “We are just sitting cross-legged in a bazar and if people aren’t interested in what  we’re saying, they’ll go away”

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