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"La teoría del iceberg" y el "dato escondido": inevitables cercanías narratológicas entre Ernest Hemingway y Mario Vargas Llosa.

Mario Vargas Llosa y Ernest Hemingway parecen localizados en esas antípodas creativas, primordialmente por esos supuestos que entienden y  presuponen que el origen geográfico o idiomático siempre van a marcar la diferencia entre creadores de signos aparentemente contrarios.

 


Pero en realidad, creo se trata de un mito que merece la pena ser desmontado, sobre todo porque ambos a pesar de existir en tiempos circunstanciales y generacionales distintos, si es que vale esta distinción, (que tampoco me parece oportuna), constituyen en si mismos, valiosos ejemplos de creatividad literaria, entendida a partir de  particulares  presupuestos creativos, en los que descubrimos mas elementos comunes que divergentes.

Aludiremos pues , a esas dos técnicas narrativas en las que indudablemente se conectan en dos tiempos creativos distintos, estos dos Maestros de la ficción, galardonados no por gusto con el máximo reconocimiento de las letras universales: el Premio Nobel de Literatura.

En el caso de Hemingway, maestro indiscutido en los géneros de la cuentistica y la novela, sin desdeñar otras coordenadas creativas,  prevalece,  desde la génesis de sus primeros relatos,  su  citada teoría del iceberg, en la que el autor omite voluntariamente para el lector, detalles que subyacen inequívocamente en la trama, en atención a que sirvan como accesorios confluyentes para la solución del conflicto narrado.

Tal técnica narrativa, tiene su génesis en una historia que puede parecer simple pero que encierra una profundidad  psicológica indescriptible, se trata del relato Out of Season (Fuera de Temporada), una narración de 1923, recreada en el ambiente italiano de un paraje cercano al norte de Venecia: Cortina d¢ Ampezzo. Hemingway, narrador y a la vez personaje, como casi siempre en su ficción, ensaya pues su teoría de que:

 “(…) se podría omitir cualquier cosa siempre que fueras consciente de ello, y que tal omisión podría fortalecer la trama y hacer que lector experimentara algo mas de lo que leyó”[1]

En este particular relato donde una joven pareja de recién casados   experimenta una sesión fallida  de pesca furtiva  de la trucha, guiados y animados por un pobre diablo apedillado Peduzzi, perdido por el abuso del vino y quien acaba ahorcándose.

El tema del suicidio no se mienta, y  debe ser el cierre de la historia, pero queda para el lector como elemento sugerido. Aunque el personaje de Peduzzi luce mas como un infeliz borrachín, preterido por todos, que como un potencial suicida, según lo acota Baker, Hemingway deja abierta esa posibilidad para el final, que ciertamente puede sentirse inconcluso para algún lector, pero que definitivamente se reafirma por la “confluencia metafórica de las atmosferas emotivas”[2]

En algún momento posterior de la larga carrera literaria hemingwayana, un critico de su obra: Philip Young, llegaría a afirmar que este breve e iniciático relato, era una inevitable alusión  literaria de Hemingway a su también contemporáneo Scott Fitzgerald. Igual trataría de esbozar el criterio que el también  celebrado relato The Killers [3] (Los Asesinos), igualmente portador de las esencialidades de su técnica narrativa ya esbozada, era una deuda  a otro relevante escritor: Stephen Crane. Hemingway negó de plano tal posibilidad. Para refutarlo afirmo ácidamente  según lo recoge Baker que:

Los críticos académicos, “estaban tratando de acomodar mis creaciones a la cama de Procrustes de sus ismos y dialécticas y lo que es peor comportándose mas como columnistas chismosos que como académicos”[4]

Mario Vargas Llosa, por su parte, utiliza una técnica narrativa que se emparenta con la de Hemingway: la ya citada como dato escondido, y a la que recurre durante la escritura de su conocida novela ¿Quien mato a Palomino Molero?  Según sus propias observaciones al respecto, las conexiones posibles con la del iceberg hemingwayano son mas que evidentes:

“Palomino Molero le debe mucho a esa idea. En mi juventud yo leí a Hemingway con mucho entusiasmo, sobre todo los cuentos. Si hay un libro mío en que la influencia remota de Hemingway esta presente, seguramente es Palomino Molero. No por lo que se dice sino por lo que se calla: hay muchos elementos silenciados en esta historia”[5] 

Como el lector puede comprobar, el acallamiento de los datos mas importantes de la trama, constituyen el elemento subrayado de esta técnica del también Nobel peruano, incluyendo incluso la pregunta que da titulo a la novela, y que como elemento fundamental , concatena el resto de las acciones hasta su desenvolvimiento.

Vargas Llosa, sigue abundando al respecto de Hemingway y su conocida técnica del iceberg de la que se siente deudor, en su ultimo libro ya citado , donde discurre sobre los elementos mas fundamentales en su obra, y a la vez los disecciona para el lector con habilidad de maestro:

“Hemingway contaba que el descubrió el secreto de su arte, un día mientras escribía una historia que terminaba con el suicidio del protagonista. No sabia como contarla, así que la reescribía y la reescribía, hasta que de pronto se le ocurrió  ocultar el hecho central de la historia, no narrar el suicidio del protagonista. Descubrió que ese silencio puede ser locuaz, puede convertirse en un silencio que le va a hablar muy fuerte al lector porque lo deja al borde de un precipicio, preguntándose que paso realmente.”[6] 

Aludiendo con mas detalles a   la génesis de la técnica narrativa de Papa, de la que Vargas Llosa es inevitablemente deudor, el autor de Conversaciones en la Catedral, sigue refiriéndose a ella en su muy particular estilo acercándose a esa ya citada pieza maestra de Hemingway The Killers a la que ya hemos oportunamente hecho anterior mención :

“Los cuentos y las novelas de Hemingway juegan mucho con esos silencios y por eso ocultan tantas cosas. The Killers, por ejemplo, cuenta la historia de dos pistoleros que llegan a una ciudad norteamericana y preguntan por un señor al que no conocen pero a quien tienen que matar porque son asesinos a sueldo. Un amigo se entera y corre a avisarle, diciéndole: Huye, vienen a matarte. Pero el hombre no se mueve y parece resignado a que lo maten. Es un ejemplo de cómo lo mas importante esta silenciado: la razón por la cual ese hombre no huye y acepta morir asesinado. (…) El narra simplemente el esqueleto de una historia que el lector debe completar, participando muy activamente en la realización del cuento”[7]

No resulta entonces casual que tanto para Vargas Llosa, como para Hemingway, la historia narrada explícitamente y la que subyace de manera implícita, tienen idénticas coordenadas, y sus proporciones, son equivalentes, como en el iceberg a una mínima porción, en el caso de lo que se sabe y aprehende de lo narrado, y en el segundo caso, lo que se calla, su magnitud centuplica muchas veces a la primera, y es el centro neurálgico de la historia desde donde el lector tiene todas las herramientas para la resolución de la historia que propone el narrador, según sus prioritarias coordenadas.

Resulta pues revelador como en minutos distintos del decursar  narratológico, ambos pesos pesados  de la literatura y de la ficción, tengan una mirada común ante el proceso creativo , que son capaces de re-colocar en un lugar cimero. No es puro azar, sino definitivamente, por esos entresijos a veces inenarrables del genio literario y el bien saber hacer que los distingue y magnifica.


Artículo previamente publicado en el Blog del amigo Joaquín Estrada: ¨El Lugareño¨:

Ver publicación original


[1] Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Charles Scribners and Sons. NY. 1969. p. 109

[2] Ibid

[3] Escrito en Madrid en 1926, comprado por la Scribners Magazine por 200 dólares, la primera short story madura  de Hemingway en ser aceptada por una publicación norteamericana. Incluida a posteriori en su edición de relatos Men Without Women. Los derechos por la venta del relato a Hollywood le reportaron a Papa la increíble suma de 37.500 dólares en 1945. Ibid. pp  169, 175, 453.

[4] Ibid. p. 509

[5] Conversación en Princeton con Ruben Gallo. Mario Vargas Llosa. Alfaguara. Santiago de Chile. 2017 p.160

[6] Ibid. p. 159.

[7] Ibid.

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