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Hemingway, Gutiérrez y Russell pescadores en la Corriente

La Habana, y sus inevitables coordenadas hemingwayanas desde comienzos de la década del treinta, en razón inevitable de la pesca de agujas, es nuevamente el setting predilecto para este relato desconocido hasta muy poco en el corpus  literario del mismo Hemingway, esta vez narrador y alter ego de una acción piscatoria que preludia en su contenido,  a su magistral noveleta  El Viejo y el Mar.


Photo illustration by Ben Giles 
(https://www.newyorker.com/magazine/2020/06/08/pursuit-as-happiness)

El relato, un manuscrito, descubierto recientemente por su nieto Sean Hemingway, [1]  en la todavía inabarcable papelería  que se atesora en la Biblioteca y Museo John F. Kennedy de Bostón, depositaria de su legado literario, fue publicada en el New Yorker [2], bajo el título de  Pursuit as Happiness ( Persecusión como Felicidad), que repite el de una sección del libro Las Verdes Colinas de Africa.[3] 

La historia, totalmente autobiográfica, tiene unas inevitables coincidencias de coordenadas temporales y espaciales con su conocida  Tener y no Tener, “la novela nerviosa y dura(…)”[4] al decir del autorizado investigador Norberto Fuentes y que discurre a caballo entre La Habana y Cayo Hueso, y en la que Hemingway trabajaba para entonces.

Son los tiempos  a partir del año 1932, cuando Hemingway aparece en los escenarios habaneros a bordo del Anita, el barco de su entrañable y pintoresco amigo Joe Rusell,  compinche de muchas incursiones pesqueras y dueño del afamado Sloppy¢s Joe en Cayo Hueso, cuyos contenidos etílicos habría de mantener gracias a un activo contrabando desde Cuba, en los años duros de la Ley Seca.

En el puerto habanero, el dúo de pescadores sumaba a la tripulación a un reconocido lobo de mar de la época, y hombre muy entendido en la pesca de la aguja: Carlos Gutiérrez, quien para cuando Hemingway comprara su yate Pilar sería su primer patrón. 

Desde abril y hasta a veces ya entrado el mes de noviembre, antes de la llegada de los primeros nortes, el inseparable trio se harían a la mar cada día, en busca de los preciados pejes de pico, cuya corrida era habitual en tal periodo “desde Punta Gobernadora, en el extremo occidental, hasta Cayo Cruz del Padre, en el noroeste de la península de Hicacos”[5].

El opening del relato nos da la clave del leit motiv, y de a dónde se mueve la acción, y que a nuestro ver, complementa con fruición todo el discurso que alude a los pormenores de aquellas interminables jornadas piscatorias habaneras:

Aquel año habíamos planeado la pesca del marlín aguas  de Cuba por un mes. El mes dio inicio el 10 de Abril, y para el 10 de Mayo ya habíamos cogido 25, y el arrendamiento se acababa. Lo que habría que hacer era entonces comprar algunos regalos para llevar a Cayo Hueso, y llenar el tanque del Anita con el un poco más caro combustible, suficiente para  cruzar el Estrecho y llegar a casa. Pero el gran pez todavía no había empezado a correr[6]

La ficción, que no nos parece tanta, entendiendo muy bien que los personajes sólo se nos trasmutan en apariencia, enseguida se hace sentir, y  lo hace en el relato con una entrada del ya citado Joe (Josie) Rusell, propietario del bote,  que interpela al Hemingway alter ego y narrador, con el apelativo de Capitán:

Capitán, ¿quieres alquilarla un mes más? El era el propietario del Anita y la rentaba por diez dólares diarios. El precio estándar de entonces eran treinta y cinco. Si tu quieres  puedo rebajártelo a 9.”(…) Acepto, le dije, y pescamos por otro mes. Ya teníamos cuarenta y dos marlines, pero para entonces los grandes no habían llegado todavía”[7]

El relato está centrado como el lector puede ya barruntar en la demanda siempre insatisfecha de un verdadero trofeo, de entre los más grandes y escurridizos marlines,  siempre difíciles  de conseguir,  y que muchas veces, tal y como sucede en este relato, terminaban en rotundos fracasos.

Hay una evidencia de una de tales empresas fallidas muy bien ilustrada por Carlos Baker en su autorizada biografía que data del año 1933.

Mas allá del Morro, el 6 de julio Ernest engancho un marlín de 750 libras. La lucha duro una hora y media y cubrió un área de unas ocho millas, en apretado y lento movimiento circular al nivel de las veinte brazas, ganando una yarda o  dos de línea en cada giro. Ya había cogido un segundo aire cuando la vara se partió y perdió el pez…Ernest se encolerizo por mas de media hora. Pero su orgullo pronto volvió a su nivel. Había estado con el pez mas de lo que ninguno con menos habilidad habría durado antes de darse por vencido.[8]

La anécdota, puede muy bien coincidir con la escogida por Hemingway para ilustrar  este relato postergado que ahora ve la luz. Hay coincidencias en algunos detalles específicos de aquella dura jornada, en el relato también están en el mes de Julio, y los sucesos se encadenan de igual manera, aunque la ficción fije sus inevitables coordenadas:

Entonces un día soleado, con una corriente pesada y oscura(…) nos topamos con nuestro primer peje grande justo pasado el Morro(…) Carlos me sostenía por la cintura y frente a nosotros el pez estaba saltando. Lucía tan enorme como un barril de vino cuando saltaba. Era de color plateado y yo veía las franjas moradas de sus costados. Cada vez que saltaba hacía  salpicaduras como un caballo saltando de una colina(…)-Es grande, dijo Carlos.-Es el marlin más grande que yo haya visto. El pez hizo su primera carrera más allá del Morro y en dirección contraria al Hotel Nacional. [9]

Los detalles de tan singular batalla con aquel monstruoso espécimen que en algún minuto se nos dirá en boca del propio personaje Carlos Gutiérrez, que  llegaría a las novecientas libras, está cuajada de tintes muy drámaticos, que el Hemingway narrador va matizando como hábil artista, justo hasta el minute fatal en que la victoria sobre el pez se les muestra esquiva:

La próxima vez que lo vimos fue una hora y media después, más allá de Cojimar(…) El pez  se movía en pequeños círculos.(…) Justo entonces el gran pez  empezó a hundirse cada vez más(…) Yo sostenía al pez todo lo que podía con la vara inservible. El pez avanzó sostenidamente en su movimiento circular, y Mr. Josie  recogía la línea pie a pie y se la pasaba a Carlos quien la iba anudando a la línea blanca.-Ya lo tiene atado, dijo Mr. Josie.-Córtala cuando ya estés listo, le dije a Carlos(…) Yo miraba la línea verde y al gran pez cuando Carlos cortó. Entonces escuche un agudo grito, como nunca lo oí antes. Era como si destilara todo el pesar y lo volviera un sonido. Entonces vi como la línea verde se escapaba lentamente por los dedos de Josie, y la vi hundirse cada vez más, y perderse de vista. Carlos había cortado el nudo equivocado. El pez se nos perdió de vista.-Capitán, dijo Mr Josie. El no luce muy bien. Entonces miro a su reloc-Cuatro horas y veintidos minutos, dijo”[10]

El relato, más allá de esa coordenada, tiene otros momentos singulares que nos transparentan aquellos ambientes de la ciudad habanera del machadato, recorrida por las singularidades sociales que no escapaban al ojo avisor del narrador-personaje:

Éramos muy populares a lo largo del paseo marítimo, porque troceábamos nuestra captura y la regalábamos, y no más pasábamos el Morro y enfilábamos por el canal hacia el muelle de San Francisco, enarbolando nuestra presa, podíamos ver a la multitud que echaba a correr hacia el desembarcadero. La libra del pez podía venderse entre ocho y doce centavos, y en el mercado valía el doble. El día que  llegamos con cinco pejes como banderas, la policía  cargó contra la multitud usando sus bastones. Eso fue feo y malo. Pero era más feo y más malo aquel año en la orilla.[11]

La anécdota del relato hemingwayano que sigue, sobre la repartición de toda la captura de jornada de pesca lo pone todo en contexto:

La maldita policía ahuyenta a nuestros clientes y se lleva todo el pescado-dijo Mr. Josie.-Al Diablo contigo- le dijo a un policía quien se estaba apropiando de un pedazo como de diez libras de nuestro  marlin.-Yo nunca he visto  antes tu fea cara- ¿Cómo te llamas? El policía le dijo su nombre.-Capitán, ¿ está anotado en el  libro de compromiso-No. Aquel era donde listábamos los nombres de la gente a quienes le habíamos prometido el pescado.-Apúntalo para la semana que viene, Capitán.-Ahora, policía, vete al Diablo de aquí y apalea a cualquiera que no sea amigo nuestro. Ya he visto demasiados policías en mi vida. Vete con tu porra y tu pistola a otro sitio, aunque  trabajes aquí. Finalmente el pez fue porcionado y entregado de acuerdo a nuestro libro, y el libro estaba lleno de promesas para la siguiente semana [12]

La alusión no es para nada gratuita. Hemingway conocía todos los entresijos y vaivenes del momento político. De su estancia en aquella temporada de 1933 se suman otros elementos interesantes como su cercanía al reconocido fotógrafo norteamericano Walter Evans y la anécdota de cómo Papa llevó consigo a bordo del Anita, unas fotos muy comprometedoras que el fotógrafo había hecho en la convulsa ciudad.[13]

Justo para Agosto,  y de nuevo en La Habana, para embarcarse a Europa, con rumbo a su primer viaje africano, fue testigo de los últimos pataleos del ya decadente régimen machadista, que caería unos días después. En Baker encontramos la oportuna alusión al hecho:

Cuando los Hemingway llegaron a La Habana el 4 de Agosto, la revolución izquierdista en contra del dictador Gerardo Machado, estaba por alcanzar rápidamente  su climax (…) Los Hemingway estaban seguros en el Ambos Mundos, aunque Pauline y Jinny experimentaron un tiroteo cuando se aventuraron a salir a la calle. Las simpatías de Hemingway estaban con el pueblo cubano. Él había  dicho en privado que esperaba en Cristo que ellos se pudieran librar del vil tirano Machado [14]

En el decursar de la historia, volvemos a conocer de primera mano, los detalles ya explícitos de la vida del Hemingway que desde la primera vez en La Habana, pone su casa en el Ambos Mundos,  cercano al muelle donde atraca, y en donde se alquila, por una bagatela.

Aquella especial habitación a la que volverá una y otra vez hasta tener su propia casa en la ciudad, y que le sirve de irreductible espacio para sus labors escriturales, las que no abandona nunca, y en las que ejercita sus horas mañaneras antes de partir a las faenas de la pesca:

Caminé por la calle adoquinada que servía de atajo al Ambos Mundos(…) Mi habitación estaba en la esquina nordeste y el viento entraba por las ventanas y la mantenía fresca. Miré desde allí los tejados de la parte antigua de la ciudad y más allá a la bahía(…)[15]

La noche es propicia para otras andanzas citadinas, y el relato las sigue explorando de boca de nuestro singular narrador y partícipe, retomando los tradicionales recorridos de aquel marinero en tierra:

Estábamos caminando por la estrecha acera de la calle Obispo, y Mr. Josie miraba las vidrieras iluminadas de las tiendas(…) Pasamos las dos últimas, (…) y empujamos la  batiente puerta  del antiguo Floridita. -Mejor te sientas Capitán, dijo Mr Josie.-No, prefiero estar de pie frente al bar.-Cerveza, dijo Mr. Josie.-Cerveza alemana. ¿Qué vas a tomar , Capitán?-Daiquirí helado sin azucar. Constante preparó el daiquirí y dejo suficiente en la batidora para un par extra(…)[16] 

Otras alusiones a la vida nocturna habanera nos llegan en la voz del personaje de Josie, quien frecuenta otros ambientes muy hemingwayanos como la cercana Plaza de San Francisco, el Café La Perla, o el bar Donovan, todos ubicados en aquel setting que es el oportuno ambiente de la ya citada novela Tener o no Tener.

Me senté y escuché  esa orquesta de mujeres en la plaza y me tome algunas cervezas, y de allí me fui al Donovan [17]

El cierre de la historia, vuelve otra vez a tener el paisaje de la ciudad, esta vez en lontananza, los impenitentes pescadores vuelven a la Corriente:

Mire a la orilla y estábamos muy distantes  de un horno cercano a la playa donde el agua era muy profunda y donde la Corriente del Golfo casi llega a la orilla. Salía humo del horno y pude observar la polvareda que dejaba un camión que se movía sobre el camino de piedra. Algunos pájaros se disputaban un pedazo de carnada. Entonces escuché gritar a Carlos: ¡Marlin, Marlin [18]

 



[1] Unknown Hemingway short story Pursuit As Happiness published. Alison Flood. Wed 3 Jun 2020 13.58 BST.wwwtheguardian.com/books/2020/jun/unknown-hemingway-short-story- pursuit as happiness-published.

[2] https://www.newyorker.com/magazine/2020/06/08/pursuit-as-happiness

[3] Citado en Ernest Hemingway o la multiplicación de los peces.www.centroonelio.cult.cu/noticia/ernesthemingway-o-la-multiplicaci%C3%B3n-de-los-peces

[4] Hemingway en Cuba. Norberto Fuentes. Letras Cubanas, La Habana, 1984. p.152.

[5] Ibíd. p.151

[6] Pursuit as Happiness by Ernest Hemingway. En https: www.newyorker.com magazine…Op. Cit.

[7] Ibid.

[8] Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Scribner, NY. 1969 p.244

[9] Pursuit as Happiness by Ernest Hemingway. Op. cit.

[10] Ibíd.

[11] Ibíd.

[12] Ibíd.

[13] Véase mi trabajo sobre el particular: Hemingway y Walker Evans, amigos por una vez, en las tórridas noches habaneras de 1933. En ellugareño.com

[14] aEn Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Scribner, NY. 1969. p.245

[15] Ibíd.

[16] Ibíd.

[17] Ibíd.

[18] Ibíd.

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