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Martha Gellhorn en Finca Vigía

La relación sentimental de Hemingway, con la que sería su tercera esposa, la también periodista y escritora Martha Gellhorn, ha sido trabaja con gran intensidad por muchos de los  mejores connosieurs de la biografía hemingwayana.


Una reciente incursión por uno de esos admirables estudios: The Hemingway Women de una voz  tan bien autorizada en el tema como la de la norteamericana Bernice Kert, nos permite esta proximidad a la presencia cubana de Martha durante su breve matrimonio con Papa en su casa de Finca Vigía.

La primera visita de Martha a la Habana sucedió en abril de 1939. Por entonces Hemingway dedicaba cinco y seis horas diarias a la que sería su novela estrella: Por Quién Doblan las Campanas, la inmejorable crónica novelada de su permanencia junto a las tropas republicanas, y junto a Martha, en los afanes de la Guerra Civil Española.

Los detalles más sugerentes de esa primaria y no permanente estadía e la capital cubana la recreamos desde el ya citado libro de Bernice Kert:

“ En las horas de la tarde, nadaban y jugaban tenis. Las noches las pasaban apaciblemente. Evitaban la vida nocturna habanera, confinando sus pocas salidas a restaurantes de comida española y francesa. Martha, al igual que Hemingway traía material para su novela sobre una reciente visita a la Checoslovaquia antes de los tensos días de la invasión alemana. Miraba con atención el diligente y cuidadoso estilo creativo de Hemingway, sin devaluar lo que tal aprendizaje significaba para ella, que le llevó a afirmar en algún minuto: ‘ Le debo a Hemingway la minuciosidad de la escritura`”[1]

Pero la experiencia habanera no pasaba de ser bastante estrecha, en lo que de alojamiento se trataba. Hemingway rentaba la ya conocida y habitual  habitación en sus días habaneros, localizada en el último piso del Hotel Ambos Mundos.

Para Martha el sitio resultaba incomodo para dos escritores que potencialmente necesitaban espacio para sus labores. Bernice Kert nos sigue relatando aquellos pormenores:

“El único problema era el hotel. Ernest se acomodaba fácilmente con su entourage, su maquina de escribir y sus avíos de pesca en la pequeña habitación del hotel, a pesar de que había  prometido a Martha encontrar una casa apropiada para compartir cuando ella viniera a La Habana. Marthy estaba dispuesta a soportar tales molestias alegremente si hubiera habido una razón. Pero le parecía muy ridículo vivir en La Habana en tal  injustificada escualidez.”

Dispuesta a solucionar el asunto, no tardó en dar con los agentes inmobiliarios apropiados, y lograr la tan ansiada meta de disponer de un lugar apropiado: la primaria y muy dilapidada propiedad de Finca Vigía, la que sería mítica vivienda de la pareja, y la residencia permanente de Hemingway en Cuba hasta el año 1960.

“La vista de La Habana hacia el oeste era magnífica, y la renta de 100 dólares al mes era más que apropiada. A pesar de lo descolorido de las paredes y el mobiliario  que eran feos y sin gusto, Martha descubrió que el sitio tenía posibilidades.”

Es harto conocida la anécdota del poco interés que le suscitó a Hemingway la idea, quien partió una incursión de pesca, y le dejó a Martha todo el trabajo. Lo mismo había pasado la primera vez que junto a Pauline habían visto la que sería su casa de Key West, y como aquella vez, Martha usó sus propio dinero para empeño de restauración.

Para empezar un pintor hizo su labor, y un carpintero puso su mano. Dos jardineros se hicieron cargo de la extensa propiedad, y un cocinero asumió sus labores culinarias.[2]

Martha recrearía en su literatura posterior la experiencia. En su cuento corto Luigi¢s House la heroína referiría a un suceso similar:

 “…habría bebidas frescas para disfrutar bajo las mimosas, y por la noche leerían reclinados en cómodos asientos con una buena luz  por detrás…Caminaría por la propiedad en las mañanas, abriendo los cajones y contemplar las sabanas de lino, las toallas de baño y la mantelería. Podría detenerse en la sala con un ramo de flores e las manos, admirando su obra, y maravillándose como hasta ese minuto había vivido sin una casa propia a la que cuidar y atender…pronto sería el hogar para dos, un lugar real.”[3]

De cierta manera el sueño de Marta se materializaría, al menos durante la duración de aquella primea temporada.

Los gastos, según se nos sigue narrando eran compartidos mitad por mitad, “exceptuando la bebida de Papa, que era su propio negocio”[4].

 “Martha insistió en que la cuestión del dinero fuera claramente definida, y esto le dio el absoluto derecho a salir a ganar su propio sustento. No le pidió a Hemingway nada y continúo sustentándose a sí misma como era su costumbre. Cuba no había sido su inicial decisión, pero como lo era para Hemingway, se esforzó por hacerlo posible juntos”[5]

En el ya citado relato de Martha, escuchamos al personaje de la mujer norteamericana referir desde la realidad autoral al mismo asunto:

“…seguiste a tu hombre donde quiera que fue, te quedaste a su lado o lo esperaste: no hubo nada extraño en eso”[6]

Para aquellos días, la relación matrimonial de Hemingway con Pauline no se había disuelto, y aunque según se nos sigue apunando, Martha no era una mujer celosa, su indefinida situación, no dejaba de crear fricciones.[7]

Para agosto de aquel mismo año, la pareja abandono su idílico refugio rumbo a Key West. Desde allí Hemingway condujo a Martha hasta San Louis para visitar a su madre. Para octubre coincidirían en Ketchum, en el rancho  caza, pero Martha partiría en misión periodística a Finlandia, el viaje no concluiría hasta principios de enero de 1940.

Hemingway habría regresado a finales de diciembre desde Key West con sus pertenencias, luego de guardar celosamente manuscritos y papelería privada en un sótano del Sloppy¢s  Joe. Lo acompañaban sus hijos. En aquel minuto hicieron estancia en El Ambos Mundos.[8]

El rencuentro en los predios de la Finca Vigía sucedería en los días sucesivos, con la llegada de Martha, a donde se mudarían finalmente juntos.  Para finales de ese año Hemingway terminaría comprando la propiedad con los royalties de su recién publicada novela Por Quien Doblan las Campanas.

La experiencia de ese año en la Finca le daría a Martha igualmente la satisfacción de ver publicada su primera novela: A Stricken Field, inspirada en su viaje reporteril por Checoslovaquia y dedicada a Ernest.

La propia Eleanor Roosevelt la recomendó encarecidamente. La heroína Mary Douglas, periodista como Martha, manifestaba su aprecio a las ideas de la libertad y la democracia del pueblo checo bajo el vasallaje del nazi fascismo.

Las inevitables labores periodísticas de Martha para su agencia Colliers, la mantendrían alejada de su nueva casa cubana en un largo lapso de 1941. Primero en un largo periplo por el Lejano Oriente, incluyendo China y Hong Kong junto a Hemingway, y luego en solitario, por el Caribe.

En un minuto de su ausencia Hemingway había hecho efectiva sus experiencias anti submarinas, desde su yate Pilar, contra la flota alemana merodeando Cuba, a lo largo de la costa norte de Cuba. La operación encubierta fue conocida como Crook Factory.

Una idea que Martha suscribió de algún modo, “intercediendo incluso ante los Rooselvelts para conseguir el permiso para un  operador de radar ”[9]

Al principio y por complacer a Hemingway había experimentado las experiencias de pesca a bordo del Pilar. En aquella nueva experiencia, intentó igualmente sumarse a la tropa de entusiastas, pero la experiencia fue de corta duración, y acabó desembarcando en el primer puerto a la vista.

Martha acabó convencida que aquellas partidas se habían vuelto un pretexto de Hemingway para para aprovisionarse de la escasísima y racionada gasolina para sus afanes piscatorios, y muchas veces la experiencia no pasaba de pura  fanfarronada,  como nos lo recuerda Bernice Kert:

 “A veces  la atmosfera a bordo de Pilar  parecía ser una mala parodia de la guerra, como cuando Wiston Guest recitaba malos poemas y las granadas eran lanzadas sin ninguna puntería contra las boyas en la  Corriente del Golfo(…)  ”[10]

En verdad, aquel no era el  único conflicto, el matrimonio pasaba por una marejada peligrosa. Desavenencias y peleas en público se hicieron notorias, y a veces impredecibles. En diciembre, dándose un compas de espera Martha viajó a Saint Louis, Missouri.

El año 1943 estaba ad portas y  Martha estaba angustiada  no ya por el posible futuro de su relación  sino acaso por la reiteración del triste pasado.

Martha se daría una nueva oportunidad en Finca Vigía, que al menos por el lado creativo le rendiría dividendos al poner a punto de mate su próxima novela(Liana).

Aprovechando la ausencia de Hemingway en otra incursión del Pilar en sus afanes anti submarinos, Martha se enclaustró en la casa de invitados y trabajó con afán con el manuscrito. Para Junio  27  estaba en la última página.  Dos semanas de intenso trabajo y cuarenta cigarros diarios daban fruto. En carta a Hemingway le dejaba saber:

“Te amo. Estoy cansada. No sabes por qué. Pero el final del libro esté perfectamente claro en mi cabeza…Liana es una pobre mujer, una pobre y estúpida mujer extraviada sin un lugar donde vivir. De alguna manera esta es la historia que finalmente regresan a casa, de maneras diversas, y una mujer sin hogar. ¿Es esta acaso la moraleja?[11]

Al mismo tiempo de sus labores escriturales Martha se había empeñado en una serie de reparaciones de la casa, cada día revisaba las cifras de gastos, y se preguntaba con ansiedad si acaso Hemingway pudiera considerar un derroche que por menos de 200 dólares pudiera  reponer el piso, y reparar el techo y la cancha de tenis, mejorar las instalaciones eléctricas, nueva pintura interior y exterior, y comprar muebles y árboles.[12]

Un detalle singular ocurriría al dedicarse a limpiar el cuarto de Ernest y descubrir con asombro que guardaba allí cientos de billetes  pasados de la Lotería Nacional. Con ánimo diligente logró cobrar muchos de los que inadvertidamente por Hemingway habían sido premiados, y reunir por tal concepto unos sesenta dólares.

Pero los días cubanos de Martha estaban por terminar. Colliers le asignaba una nueva misión, esta vez en el Teatro Europeo de Operaciones, y en Londres en lo particular. Fue el minuto en que le propusiera a Hemingway marchar juntos como lo habían hecho antes en España. Pero Hemingway no estaba listo para tal empeño.

“Mientras Martha  más insistía con afán, Hemingway  más se replegaba. Martha le cuestionaba y reprochaba sus (fallidos) empeños con el Pilar disfrazado de Q-boat y le hacía ver todo el bien que podría hacer en Europa en la guerra contra Hitler, y de paso se rebelaba contra su reproche de que debía quedarse a su lado y velar sólo por su cuidado. Todo aquello era malsonante para Martha, cansada de sus historias acerca del Pilar, y se daba cuenta que estaba perdiéndole respeto(…) Hemingway no quería abandonar la confortable vida que había organizado alrededor de sus necesidades(…) asumiendo el pomposo rol de “Papa” alimentado por la obsequiosidad de sus muchos admiradores. Al parecer Martha era la única que se le enfrentaba. Hemingway se refugiaba aún más en la bebida y su comportamiento era cada vez más truculento. Gigi en especial se sintió mortificado cuando su padre comenzó a mortificar a Martha, cuando según muchas veces ella estaba en lo cierto y él, equivocado.”[13]

El 20 de Septiembre de 1943, Martha voló a Nueva York para enrutarse desde allí a su misión periodística.  Hemingway por su parte dedicaría otros dos meses a sus labores anti submarinas a bordo del Pilar.

Aquel viaje, para Martha, no sería como los anteriores, implicaba el cambio subrepticio de muchas de sus coordenadas vitales, y que se cumplirían, inexorablemente, en un futuro no lejano. Era, a no dudarlo, su despedida de Finca Vigía, y de paso de su relación sentimental con Papa.

Un poco antes de volar a su destino europeo, y en una breve estadía en Washington invitada a la presentación en la Casa Blanca de la versión fílmica de Por Quien Doblan las Campanas, recibía en su persona el homenaje al que todavía era su esposo. Todos estaban fascinados de saber que Martha estaba casada con el autor de la novela.

En la víspera de su partida le dedicó una larga carta a Hemingway, texto que dejamos al lector como propicio cierre a nuestro discurrir, y muy revelador de las muchas aristas de aquella relación difícil pero ciertamente estimulante que establecieron en su mítico mundo cubano, y más allá…

“Por favor que sepas que te amo mucho…tu eres mejor hombre que yo, pero espero que no sea tan mala esposa aun cuando haya estado lejos cuando sabía tu también lo estarías…Me siento apenada de ser feliz a menos que tu también lo seas. Y esta noche, en la partida, sintiendo por delante los ajenos destinos, soy feliz…Pero como mujer, y tu mujer, estoy triste; este no es el final, ¿verdad? Es sólo un corto viaje, y ambos estaremos regresando a nuestro encantador hogar…y entonces escribiremos libros y contemplaremos los otoños juntos y caminaremos a través de los campos de maíz esperando por los faisanes”[14]


[1] The Hemingway Women. Bernice Kert. W. W. Northon and Co. NY, 1983. p. 325

[2] Ibíd. p. 326.

[3] Ibíd.

[4] Ibíd.

[5] Ibíd.

[6]. Ibíd. En Luigi¢s House. Óp. cit

[7] Ibid.

[8] Ibíd. p. 336

[9]

[10] Ibíd.p.375

[11] Ibíd. p. 378.

[12] Ibíd. p. 377.

[13] Ibíd. p.381.

[14] Ibíd. p.384







 


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