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Un Hemingway ciclonero

El término con que calificamos al genial escritor norteamericano no pudo serle extraño a aquel Hemingway afincado en Cuba por dos décadas, porque en nuestra variante léxica más popular, definiría a alguien motivado por las circunstancias, trayectorias y demás consecuencias del paso de los muy bien conocidos ciclones tropicales por esta isleña porción cubensis; y aunque suene novedosos para algunos, Hemingway adquirió entre nosotros tal condición.ç



Lo prueba Norberto Fuentes en su afamado Hemingway en Cuba, ese tratado ciertamente revelador de la vida y milagros de nuestro celebrado Papa en su sui generis estancia cubana de Finca Vigía, el cuartel de invierno de sus peripecias literarias y también mundanas, si acaso unas y otras no fueran siempre equivalentes y concomitantes. 

Allí, entre su papelería, la que quedó a su salida sin retorno en 1960, Fuentes hubo de localizar, en los afanes pesquisatorios para su libro, verdadera fuente primigenia para los investigadores del lado  más cubano del escritor, una prueba irrefutable de aquellas afinidades electivas con los ciclones y su puntual seguimiento:

“Las notas de Hemingway aparecieron entre sus papeles y están escritas en un bloc de tamaño de bolsillo que tiene en el lomo la siguiente inscripción impresa: BLOCK PARA CALCULOS No. 4036 1/2. Hemingway empieza sus notas por la fecha y datos técnicos(…) La fecha, con la inconfundible caligrafía de Hemingway: “September 1. Los primeros datos: 0900 Temp 76. Debajo: Viento ESE Fuerza 5 .Y el resultado de aquella observación: Cielo nublado hacia el E. Al S. Altos cirros con algunos aglomeramientos al N.”[1]

Las notas de ocasión corresponderían a una tormenta ciclónica que asolara La Habana en Septiembre de 1950, aunque en aquella tan particular bitácora, llegarían a confundirse y entrelazarse los pormenores de hasta tres tormentas que amenazaron e incluso llegaron a afectar Cuba, entre agosto y  septiembre de aquel año[2], y que Hemingway habría de mezclar a su aire.

Los detalles de aquellas míticas jornadas donde Papa pontificaba como todo un experto meteorólogo, se marcaban además con un jolgorio añadido, que Norberto nos remarca con oportunidad:

“ (….) había aprendido   que el mejor modo de pasar un ciclón es teniendo el oído atento a una radio de batería y las manos ocupadas con una botella de ron y un martillo, para clavetear un poco las puertas y ventanas.”[3]

Uno de los testimoniantes del libro ya citado, el Dr. José Luis Herrera Sotolongo, amigo entrañable de Papa, y habitué en aquellas jornadas cicloneras, dejaría su testimonio más revelador al autor:

“Estas cosas entusiasmaban mucho a Ernesto. Cuando se enteraba que venía un ciclón enseguida el rostro se le iluminaba. Si yo estaba a mano me exigía que me quedara para “organizar juntos la defensa”. Desde luego, cuando el ciclón pasaba, mientras afuera se hacía el recuento de los estragos, en Finca Vigía Hemingway mostraba estragos de otro tipo. ¡Ese Ernesto… La casa llena de víveres y el empeñado en pasa el ciclón sin alimentos, sólo con alcohol. A veces se ponía majadero y decía que la cosa era sin ropa(…) Lo de la ropa era por si había que salir afuera y uno se empapaba. Salir afuera para arreglar algo que el viento o la lluvia hubiera tumbado. De cualquier forma, él, con la botella en la mano, se ponía a dirigir la operación anticiclónica, reunido con dos o tres amigos en la sala de la casa. Parecía un capitán de nave en medio de una tormenta”[4]

Las notas recogidas por Hemingway de puño y letra en el seguimiento de aquellas míticas tormentas, procedían de dos fuentes principales: el Centro de Huracanes de Miami, y el Observatorio Nacional cubano, presidido por entonces por un afamado weather man, el capitán de corbeta José Carlos Millás. 

Norberto Fuentes nos ilustra y puntualiza con gran oficio de cronista aquellos pormenores:

“Millás fue objeto de bromas a nivel popular. Se le criticaba haberse equivocado con frecuencia en sus partes sobre el estado del tiempo. Hemingway se hace eco del consenso popular y la emprende contra el en sus notas. Por si fuera poco aprovecha el parecido de las palabras españolas corbata y corbeta para signarle un nuevo grado militar”[5]

Uno de aquellos reportes heminguayanos así lo testimonia:

Boletín de Millás (hijo de la gran puta y capitán de corbata)* dice que el huracán está a sesenta millas al sur de Batabanó y puede entrar en la costa cubana entre Las Villas y Pinar del Río (el centro de la tormenta sobre Marianao) Presión barométrica 28.90 calma absoluta desde 0410 hasta 0500”[6]

En otro minuto Hemingway  anota sus propias observaciones meteorológicas  o da detalles interesantes sobre el ambiente de la vecindad y la propia Finca, que ilustran muy bien el escenario de aquella singular narrativa cargada de signos y señales aciclonados, mezclados con los efluvios de las mejores bebidas espirituosas en la Finca, a disposición de la sed de cada bebedor:

0807 barómetro de la finca (Vigía) 29.35 Borrascas fuertes hacia el S. Viento ENE Fuerza 3(…) Se recomiendan todas las precauciones. Millás a las 0830 todavía prepara su boletín. Sonidos de martillos en el reparto.

0845 Nada de Millás

0900 Millás aún prepara su boletín.

(…)

0310 Bar. 2002 Viento N. Fuerza 10 (Viva Millás)(en  español en el original)

Llega Pancho (Francisco Castro, el carpintero* NdA) y cierra el cuarto de Mary. Boletín del Observatorio. No lo firma Millás (Viva el capitán de corbeta).[7]

En muchos de aquellos personales apuntes, como igualmente nos sigue ilustrando Fuentes en su invaluable remembranza:

“usaba una jerga típica  de meteorólogos y pescadores cubanos: irse al mar. También acostumbraba a decir cuando una tormenta salía de la isla que entró en el canal¨ o que cruzó de tierra¨”[8]

Para rematar, casi al final del cuaderno de marras,   el propio Hemingway estamparía su firma en más de uno de aquellos de sus particulares partes:

“A las 0850: Presión barométrica 29.20 (no corregido por el nivel del mar) Viento SSO Fuerza 5 y 6 en ráfagas. Firmado (en español) E. Hemingway General de Guerrilleros”[9]

Su última anotación, hecha en el reverso de la ultima hoja disponible de aquel bloc dejaba evidente el contraste de las diversas opiniones de sus fuentes informativas de aquellas monumentales jornadas:

Millás—N NNE puede cambiar en cualquier momento

Miami--- Recurvó. Vientos aumentan

Nada nuevo. Muchas contradicciones.[10]



[1] Hemingway en Cuba. Norberto Fuentes. Prólogo de Gabriel García Márquez. Editorial Letras Cubanas.Ciudad de La Habana, Cuba,1984. p.136

[2] Ibíd. p.139

[3] Ibíd. p.134

[4] Ibíd. p. 136

[5] Ibíd. p. 140

[6] Ibíd. p.141

*toda la frase en español en el original.

[7] Ibíd.

[8] Ibíd. p142

[9] Ibíd.

[10] Ibíd. p. 142

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