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Pauline Pfeiffer y Hemingway en La Habana.

La primera vez juntos en los ambientes habaneros data de 1932. Hemingway ya había descubierto el impecable azul profundo de la Corriente del Golfo en las mismísimas proximidades marítimas de la ciudad, un poco más allá de haber cruzado el mítico peñón del Morro.

Igualmente su presencia en el ambiente habanero no escapaba a la atención de la prensa en Inglés, que se editaba en la capital cubana de manos del diario Havana Post, que alguna de sus ediciones de la mañana ya había referenciado un atractivo titular: “Ernest Hemingway de vuelta a su escenario de pesca cubano”[1]

 Hemingway y Pfeiffer en el Café del Prado, Julio 21, 1934. Cumleaños de Ernest Hemingway.

La presencia de la pareja era por entonces la comidilla también de la jet set de la época, y en especial, a una dama de cierto renombre, visible muy ciertamente entre las luces y las candilejas de la highlife  habanensis; pero igual amante sin igual de las rudas y movidas lides de la pesquería de altura off the Morro: Jane Mason, norteamericana como los Hemingways, pero asentada en la ciudad por su matrimonio con Grant Mason,  el representante para Cuba, de la entonces muy próspera Pan American.

Hemingway y Pauline habían conocido a Jane, en uno de sus viajes trasatlánticos en el mítico Ile de France, con salida en el puerto del Havre, y con destino y  parada obligatoria, en La Habana para desde allí conectar con el destino final en su nueva casa de Cayo Hueso.

Aquella primera vez de Pauline en la no tan tórrida Habana en su minuto más primaveral sería de mucha animación para la pareja, alternando en los sitios de mejor prensa de la movida  alta noche de la época: el Cabaret Sans Souci con sus bailes y espectáculos  artísticos bajo las palmas reales, y las inevitables apuestas en las bien puestas mesas de bacarat,  y en sus míticas ruletas.

Todo gracias a Jane,  cordialísima anfitriona, , y una activa cicerone de la pareja, domine absoluta, en su esplendida casa de atractiva arquitectura neo colonial con toques italianizantes en el cercano poblado marítimo de Jaimanitas, donde oficiaba igualmente en las recepciones y cenas bailables más chic de la ciudad.

Para el día, nada mejor que las ya mentadas sesiones piscatorias a bordo del Anita, el bote de Russell, alquilado a Hemingway antes de ser el feliz poseedor del Pilar, y en el Pelican II, crucero de los Mason siempre disponible e el embarcadero de su esplendida mansión en la desembocadura del río Jaimanitas.

Pero igualmente la inquieta Jane alternaba  entre los concurrentes del  selecto Club de Cazadores, un sitio mayoreado por hombres, pero donde exigía se le consideraba como uno entre sus pares, por su no poca experticia en las lides del tiro al pichón.

La amistad floreció entre la pareja Hemingway y Jane, y en especial con Pauline, aunque para esta ultima no escapaba el detalle de que su esposo lucía estimulado por la inquieta cofrade, joven y bien dotada, y sobre todo, muy afín con las actividades comunes que los mantendría a mano en las sucesivas estancias habaneras de Papa.

Leyendo con atención sobre este específico minuto habanero en la muy significativa cercanía biográfica  de Bernice Kert: The Hemingway Women, reproducimos para el atento lector algunas de las consideraciones de la muy respetada investigadora norteamericana:

“…(Jane) admiraba a Pauline por la manera en que se ocupaba de Hemingway y se percataba de la estabilidad del matrimonio entre ambos que le faltaba al suyo propio. Quizás se había casado muy joven. Ciertamente la personalidad estólida  de su esposo interfería con su animo inquieto,   pues aunque compartían el gusto por la pesca y otros deportes, y su desempeño era satisfactorio, no eran empero suficiente para satisfacerla. Había adoptado dos niños y aunque los amaba entrañablemente, se los había encomendado a una institutriz inglesa. En un intento por desarrollar otros intereses, volvió a practicar la escultura y hasta abrió una tienda de arte, pues tenía buen ojo para el arte local, pero su insatisfacción persistía. Pauline a quien no animaban las lides de pesca descubrió que su esposo estaba interesado en Jane Mason, pero no se sintió amenazada en ese minuto. Al parecer Jane parecía más interesada en la  simple amistad. Pauline era de la opinión, y posiblemente con razón, que Hemingway no les tenía mucha paciencia a ese tipo de mujeres,   y el hecho le hizo pensar que esa amistad solo sería de corta duración.[2]

Pero aunque aquel affaire fue inevitable, y el propio Hemingway  se jactaría incluso de sus progresos  con la inquieta Jane, quien en algún minuto especularía de su parte, que muy probablemente hubiera terminado en matrimonio con Papa; lo cierto es que de ninguna manera estaría llamado a ser duradero. La relación matrimonial con Pauline  ya con sus altas y bajas, haría muy pronto agua, pero Hemingway, empero, acabaría desposando a otra mujer (Martha Gellhorn), quien todavía en aquel minuto no estaba en su radar.

Pauline volvería a La Habana en esporádicas sucesivas incursiones. Otra de tales,en Agosto de 1933, en route a la experiencia africana que la pareja Hemingway emprendería en aquel mítico safari, zarpando desde la capital cubana hacia  una primera escala en Francia.

Carlos Baker nos la recuerda:

“Los Hemingway llegaron a la Habana en medio de la conmoción de la revolución izquierdista contra el General Machado, que estaba por llegar a su clímax. Y aunque estaban a buen resguardo en el Hotel Ambos Mundos, Pauline y su hermana Jinny experimentaron un tiroteo cuando se aventuraron a salir a la calle. Su barco dejó el puerto el día 7 de Agosto cuando las masas prematuramente celebraban la salida de Machado del poder, y fueron masacradas por las partidas de porristas afines al dictador.”[3]

Una tercera vez de Pauline a los predios habaneros, sería durante el verano de 1934. Para entonces ya Hemingway era el feliz poseedor del yate Pilar, emblemático desde entonces en la rada habanera de aquel minuto, y después en las décadas subsiguientes de los cuarenta y cincuenta en su estancia cubana en Finca Vigía.

Pauline se sumaría entonces a la celebración del cumpleaños 35 de Papa, justamente festejado como lo recrea una foto de aquel minuto en algún sitio de los famosos aires libres del Paseo del Prado, y con  una especial salida marinera. 

Los detalles con todo lujo de rememoraciones los tiene Paul Hendrickson en su memorable Hemingway¢ s Boat, allí leemos de aquel día:

“Una mañana despejada de Julio en la Habana…Con toda presunción los tres retratados (Hemingway, Pauline y el grumete Samuelson) sentados en los portales del Hotel Inglaterra, un spot habanero próximo al Gran Teatro de La Habana, y aunque Samuelson no especifica el lugar de la escena,  solo se refiere a un café donde sirven cervezas en la acera, a la sombra”[4]

La descripción de la foto aunque exhaustiva para nuestro gusto puede resultar de gran interés para el lector, sobre todo por un detalle muy revelador sobre el teñido posterior del cabello de Pauline, un dato que nos propiciara una pista muy interesante para el cierre de esta rememoración:

“Tres norteamericanos ataviados con ropas de colores claros , al sol de un sábado, sentados en una mesa cubierta de un cristal, con platos y servilletas de tela…y tres botellas, cuyo oscuro contenido ha sido ya parcialmente escanciado…en el fondo se destacan sillas apiladas…y un piano…La mujer retratada con un vestido a rayas sin mangas sonríe con delicadeza.. El vestido va ajustado sobre sus hombros…En los meses subsiguientes y en un afán de complacer a su esposo, se teñirá el cabello y lucirá un corte novedoso…por su lado su esposo, con su pierna derecha cruzada sobre la izquierda y mostrando sus sandalias vascas sin medias, y su mano izquierda reposando en la mesa, mira directamente a la cámara. [5]

Y aunque en verdad aquella fue la ultima vez que coincidieron como pareja en la mítica ciudad, Pauline volvería  otra vez al emblemático Paseo del Prado, una vez más,  pero esta vez como personaje, en un pormenor muy  particular,  en la recreación de Mary Morgan, la esposa de Harry, el héroe [6] de la novela Tener y no Tener (1937),  donde encontramos atisbos muy suyos.

El detalle muy puntual, nos viene sugerido por la anterior referencia al cambio de color de su cabello, algo que Hemingway disfrutaba a plenitud, y que Pauline practicara como halago a su esposo durante su matrimonio.

La referencia a la que aludo, que me sirve como oportuno cierre para esta indagación habanera de Pauline junto a Papa, es sin dudas una de esas licencias que los autores se permiten con la galanura más sugeridora, y que al decir del adagio italiano: “si no e vero e ben trovatto

Se localiza  en el último capítulo de la novela citada,  que corre a caballo entre Key West y La Habana, cuando Mary Morgan rememora, desde el dolor de la perdida de su esposo Harry, una anécdota  que nos luce muy reveladora:

“Recuerdo aquella vez que me llevó a La Habana cuando ganaba buen dinero…Esa fue la primera vez que me teñí de rubio el cabello, sucedió en una peluquería del Prado. Duró toda una tarde, porque mi pelo era muy negro, y no querían hacerlo, y hasta yo temía que no me quedara bien, pero yo insistí si no podrían aclararlo un poco más hasta que el peluquero me dijo: Señora, eso es lo más claro que se puede lograr… Yo salí Prado abajo hasta el café donde Harry me esperaba. Yo estaba muy emocionada, sintiéndome entre divertida y desfallecida, pero cuando me vio venir, se puso de pie de un tirón, y no me pudo quitar los ojos de encima, y su voz era gruesa y divertida cuando me dijo: Jesús, Marie, estas bella. Y yo le dije: ¿te gusto así rubia? Y el me dijo, ni lo digas, vámonos al Hotel. Y yo le respondí: O.K. vámonos. Yo tenía 26 años.”[7]

 



[1] Havana Post. July 21, 1934.

[2] The Hemingway Women. Bernice Kert, W.W. Northon and Company. NY-London, 1983. p.242

[3] Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Charles Scribners . NY, 1969, p.245

[4] Hemingway s Boat. Paul Hendrickson, Vintage Books, London, 2013. p. 224

[5] Ibíd. p. 227

[6] Carlos Baker cree reconocer como prototipo parcial  del personaje de Harry, al mítico Joe Russell, patrón  del Anita, y copropietario con Hemingway del Sloppy Joe en Key West . La otra parte de Morgan es un poco, y a no dudarlo, el propio Hemingway.  En Ernest Hemingway, Op.cit..p.366

[7] To Have and Have Not. Ernest Hemingway.   pp. 258-259

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