Un amable recuerdo de Finca Vigía: Palabras liminales de John, Patrick y Gregory para The Finca Vigia Edition
Las coordenadas de la memoria cubana, de los tres vástagos de Ernest Hemingway, en esta completísima recopilación de los cuentos cortos de su padre.[1]
Hemingway con sus dos hijos menores (Patrick, izquierda y Gregory) y tres de los primeros gatos cubanos de Hemingway (Will, Princessa y Boise), en Finca Vigía, a fines de 1942 o principios de 1943. (Biblioteca JFK).
La cercanía a este monumental
volumen, que reúne la colección definitiva de los relatos cortos de Ernest
Hemingway, se ha verificado desde el original en Inglés, editado en 1998, lo
que sin dudas, ha sido un lamentable hándicap para los que desearían acercarse
desde las posibilidades de una traducción.
Por ende, también estas
rememoraciones que hoy nos ocupan, han quedado restringidas a los ojos de los
lectores avezados en esa lengua de origen. Pretendemos pues develarlas como
gesto imprescindible de compartir tan necesario acervo con los lectores de
habla hispana.
Las memorias aluden en primera
instancia a las primeras incursiones en la mítica propiedad cubana de
Hemingway, aquella iniciática Finca Vigía, primero rentada, y luego finalmente
adquirida junto a Martha Gellhorn, su tercera esposa a comienzos de la cuarta
década del siglo pasado, y que sería la casa del escritor hasta su salida de
Cuba en 1960.
Se trataba desde entonces de una
extensión considerable, en gran parte terrenos cubiertos de una espesa
vegetación, entre la que se alzaba la casa vivienda, y la pequeña casa de
huéspedes, que Martha destinó de inicio para la visita de los inquietos
vástagos de su esposo.
Desde el ambiente de ese pequeño pabellón de dos pisos, mirando al sur, y envuelto en los efluvios y los sonidos del tupido follaje, los pequeños comienzan rememorándonos sus primarias impresiones:
“Yaciendo en nuestras camas, ya
despiertos en las primeras horas del día, escuchábamos el silbante llamado de
las codornices en la espesura, desde el sur. La propiedad estaba cubierta de
matorrales de manigua, y en los altos
flamboyanes que crecían a lo largo del curso de agua, se acomodaban, en las
tardes las gallinas de Guinea. Se llamaban unas a las otras, juntándose unas
con los otras en los matorrales, y en cortas carreras, regresaban allí, para
pernoctar, luego de un día de forrajeo en la espesura.”
El recuerdo de aquella primitiva
mirada al entorno de la Finca, se mejora en el tiempo con observaciones más
puntuales relativas a las especificidades de aquella porción de terreno
cubierto de los especímenes de la abundosa flora.
Lo que sigue es una muy particular referencia a lo que
iniciáticamente han descrito más arriba, en español en el original, como manigua, aludiendo de entre aquella, a
un específico arbusto espinoso de posible origen africano:
“En el matorral de la manigua se
distingue la acacia[2]
arbusto espinoso de origen africano; cuyas primeras semillas se dice fueron
traídas por los negros esclavos, alojadas entre los dedos de su pies. Las
gallinas de Guinea tienen igual origen.”
Recreado el ambiente natural, la
memoria es trasladada a la propiedad de la Finca Vigía como tal, y a detalles
de su origen semántico, y a otros pormenores, alusivos al clima, las grandes
tormentas del verano y hasta la mítica experiencia de las tronadas y los
huracanes:
“Vigía significa en español un
puesto de observación. La casa vivienda está construida sobre una colina que
permite una vista directa de La Habana, y la llanura costera al Norte. No hay
nada africano ni continental en ella. Se trata de una mirada nativa de la isla,
muy al estilo de las acuarelas tropicales de
Winslow Homer, con palmas reales, cielos azules, y los pequeños y muy
blancos cúmulos que continuamente cambian de forma y tamaño, empujados en lo
alto por el soplo del viento del
nordeste: la brisa.
Avanzado ya el verano, cuando siguiendo al sol se mueven al norte,
ocurrían con frecuencia, espectaculares tormentas eléctricas, que aliviaban por un momento el caluroso ambiente cargado de humedad, son
los chubascos que se forman tierra
adentro y circulan desde el sur hacia el mar.
En algunos veranos, un huracán
o dos, discurren con saña sobre las indigentes chozas de los más pobres. Las
víctimas: damnificados del ciclón, añadirán
entonces nuevas preocupaciones a los políticos locales, ya tensos por la
carestía de los suministros públicos de agua, el ultraje al honor nacional ,
como el del provocador reporte del marine norteamericano borracho orinándose
sobre la estatua de José Martí, y el tema del precio del azúcar.
Los rayos también solían alcanzar la casa muchas veces en el verano, y cuando niños nadie usaba el teléfono durante una tormenta, desde el día en que Papa fue lanzado al piso en medio de una llamada, rodeado el mismo y toda la habitación con la luz azulosa del fuego de San Telmo.
El espacio vital de aquella Finca Vigía trasudaba los mejores efluvios de una vida rica en emociones que los muchachos sabían disfrutar a sus anchas, saboreando los intensos y primeros gozos, que en la infancia se magnifican de manera desbordada, pero que sin dudas, tienen una duración de perdurable alcance, aún igual o mejor rememorados en la edad adulta. De esos recuerdos imborrables de John, Patrick y Gregory, seguimos la relación que ahora desglosamos para el lector:
“Papa y Martha jugaban al tenis entre ellos en la cancha de arcilla por
el área de la piscina, y celebraban torneos con sus amigos, incluyendo a los
jugadores profesionales de jai-alai del
país vasco que practicaban en el pontón de La Habana. Uno de aquellos era un
joven que las muchachas de hoy definirían como un tipazo, y Marthy flirteaba un
poco con él, y a quien Papa solía derrotar en los partidos con mucha astucia
ante la destreza honesta y descontrolada de su rival.
Disfrutábamos igualmente las sesiones
de pesca a bordo del Pilar, que Gregorio tenía siempre listo en Cojimar, el
tiro al pichón en el Club de Cazadores del Cerro, los viajes a La Habana para
tomar daiquiris en el Floridita y para comprar The Illustrated London News con su dibujos detallados de los
sucesos de la guerra en la lejana Europa.”
Las vivencias de aquella etapa, que los tres hermanos repetirían en otros minutos de su vida, quedarían imborrables en aquel ambiente paradisiaco donde los niños de entonces se explayaban en experiencias únicas al lado de la figura amable de su padre, aquel Papa que los muchachos adoraban hasta el delirio.
Un afecto que hoy, en esta develada rememoración, nos sigue sonando como un merecido elogio para su paternal impronta, que los marcaría, a cada uno de un especial modo, para toda su vida.
[1] The Complete Short Stories of Ernest Hemingway. The Finca Vigía Edition. Scribner Paperback Fiction Edition.(Simon and Schuster Inc.) NY, 1998, completada además con un prefacio del también hijo de su primigenio editor: Charles Scribner Jr.; viene a develarnos unos pormenores sustanciosos de su cercanía inefable a la casa cubana de Papa.
[2]
Transcribimos para el lector la definición que al respecto encontramos en el Léxico Mayor de Cuba de Esteban
Rodríguez Herrera. Editorial Lex, Habana, Cuba, 1958: Acacia-Nombre que llevan algunas especies de plantas (…) de las
familias de las leguminosas que algunos conocen por Piñón amoroso…En Vueltabajo nombran acacia al
Moringa oleífera… p.16
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