Un amigo me ha preguntado hace poco por la filiación o no en materia de fe, y creencias religiosas de Hemingway. Sobre el polémico tema se han expresado tirios y troyanos, y creo nadie parece ponerse de acuerdo con el final.
Lo cierto es que no faltan evidencias que lo imbrican en uno u otro momento de su vida a uno o a otro credo, o a ninguno al final, circunstancias que ciertamente muchas veces han llevado a especulaciones tan disparatadas como ubicarlo entre los practicantes de los cultos sincréticos de origen africano, por aquello de que, habiendo afincado su casa entre nosotros, tan cerca de la mítica Guanabacoa, todo podía suceder…
Por ello es que, para mejor entender ese recorrido suyo por una u otra denominación, lo mejor es empezar por el principio, cuando con apenas tres meses de nacido, Ernest Miller Hemingway, recibía el bautismo en la Primera Iglesia Congregacionalista de Bear Lake, a la que pertenecían sus padres, el primero de octubre de 1899. En aquel memorable día, su madre Grace,
escribía piadosamente, que el pequeño había sido presentado como un ofrecimiento al Señor, para que lo recibiera, y contara como uno de los pequeños corderos de Dios [1]
Desde
tal minuto, y hasta el instante en que se casó con su primera esposa Hadley, en
la Primera Iglesia Presbiteriana de Horton Bay, sus coordenadas de fe, al menos
nominalmente, estarían en la línea del cristianismo de origen calvinista a las
que se adscribían ambas Iglesias.
Pero
las cosas respecto a sus preferencias de fe cambiarían muy pronto, en el minuto
en que desposara a su segunda esposa Pauline Pfieffer, el 10 de mayo de 1927,
“bajo los auspicios católicos en la iglesia parisina de Passy” [2].
Su
nueva esposa, era católica de cuna, y Hemingway había aducido para casarse con
ella, que él también lo era, en virtud de: “que el había sido bautizado en
aquella fe por un sacerdote que había pasado entre las filas de heridos en una
remota estación italiana nueve años atrás” [3]
De
su primera unión, apuntaba, el hecho de que la que fuera su esposa se había
casado en condición de “no creyente”, por lo que aquel matrimonio, “en la
Iglesia Protestante de Horton Bay, había sido inválido” [4]
A
partir de entonces, y durante los años subsiguientes en que residiría en Key
West con su nueva esposa y donde nacerían sus dos hijos menores, Hemingway de
acuerdo con lo que nos recuerda Baker en su muy completa biografía, a la que
vamos siguiendo el rastro que:
A pesar de la duplicidad que () practicó para poner en sintonía su posición religiosa con las regulaciones eclesiásticas, el se consideró a sí mismo como un católico nominal. [5]
Hay
por tanto evidencias, de su asistencia regular a la Misa dominical en Key West,
incluso en sus no pocas estadías piscatorias en La Habana, donde concurría a la
Catedral habanera para cumplir con el precepto dominical. De tal época data
también su amistad con un sacerdote jesuita, el P. MacGrath,[6] también amigo de la pesca de la aguja, y a quien lo uniría igualmente una anécdota
de tal signo a la que ya hemos aludido anteriormente. [7]
En 1945, ya en Cuba y de regreso de su incursión como corresponsal en la Segunda Guerra Mundial para la N.A.N.A, en carta a la que sería su nueva suegra, la madre de Mary Welsh, y en respuesta al gesto de aquella señora de mucha devoción, de enviarle tres libros de tipo espirituales, Hemingway hace para ella, un repaso significativo de los que han sido sus experiencias de fe a largo de su vida, y hasta ese punto:
(…) Ernest le narró un corto relato de de los cambios que había sufrido su fe a lo largo de tres guerras. En 1918, había estado muy atemorizado después de ser herido, y en consecuencia fue muy devoto. Temía mucho a la muerte, creía en la salvación personal, y entendía que sus muchas oraciones a la Virgen y a varios santos podrían ayudarle. Esta visión suya había cambiado marcadamente durante la Guerra Civil Española, debido a la alianza entre la Iglesia católica y los fascistas. Entonces decidió que era egoísta rezar pos su propio interés, aunque extrañara “el consuelo divino”, como acaso un hombre echara de menos un trago cuando tuviera frío. En 1944, había atravesado momentos difíciles sin que rezara ni una vez. Sentía que había perdido el derecho a ninguna intercesión divina en sus asuntos personales, y que hubiera sido crooked, pedir ayuda, no importara cuán atemorizado estuviera. Para lo él, lo mismo que para Pauline, aunque por razones diversas, la Guerra Civil Española había sido un punto de ruptura. Sin los consuelos de la fe, pero sin ser capaz de aceptar como doctrina los substitutos seculares que le ofrecía el Marxismo, había abandonado su fe simplista en los beneficios de la petición personal, y se había aceptado como su héroe Robert Jordan, la doctrina de “vida, libertad y la persecución de la felicidad” [8]
Y
es que ciertamente en sus años habaneros, y durante sus dos últimos
matrimonios, primero con Martha Ghelhorn y luego con Mary Welsh, tenemos a la
vista a un Hemingway muy endurecido, ciertamente alejado de las prácticas
rituales, pero a quien todavía lo une
una entrañable amistad a otro sacerdote, el vasco P. Andrés, a quien pide
insistentemente que lo recuerde en sus oraciones de intercesión.
Igualmente no olvida la práctica del bien
común, dando testimonios muy claros de caridad cristiana a sus vecinos del
paupérrimo villorrio de San Francisco de Paula, a sus amigos en desgracia como
lo fuera su entrañable Ezra Pound, o hasta haciendo importantes donaciones
benéficas a los más desfavorecidos como cuando donara los dividendos de la
publicación en la revista Bohemia de la traducción su noveleta El Viejo y el Mar a favor de los
asilados en el leprosorio habanero del Rincón. [9]
Su
muerte ocurrió en la mañana del 2 de Julio de 1961. La familia silenció por un tiempo la causa
de la muerte que había sido autenticada aquella mañana de domingo por el
oficial Roy McGoldrick como “herida de bala auto infligida en la cabeza”. [10]
El
cuerpo fue preparado para el funeral en Hailey. El servicio fúnebre dio
comienzo el día 5 de julio a las diez y treinta de la mañana. El sacerdote oficiante,
fue el P. Robert Waldmann de la Iglesia católica de Nuestra Señora de la Nieves
en Ketchum. [11]
Su
hermano Leicester apuntaría luego al respecto del ceremonial, que incluyó la
lectura del famoso texto del Eclesiastés que sirvió también exordio para su
primera novela “The Sun Also Rises”: “Me parecía que Ernest hubiera aprobado
todo”. [12]
[1] Ernest Hemingway. A
Life History. Carlos Baker. Charles Scribner’s Sons. New York, 1969. p.3
[2] Ibíd. p.185
[3] Ibíd.
[4] Ibid.
[5] Ibíd. Para otros detalles al respecto consúltese mi anterior trabajo
“Hemingway, un católico mudo”
[6] Véase Hemingway Boat. Paul
Hendrickson. Vintage, 2013. pp.203 y stes.
[7] Consúltese mi trabajo “Hemingway y el jesuita. Una anécdota piscatoria de Key West”
[8] Ibíd. p.449
[9] La cesión de los derechos de publicación de esta noveleta en la Revista Bohemia, y cuyo monto de 5000
pesos, Hemingway los destinó para la compra de aparatos de televisión, que
serían donados a los enfermos de el sanatorio habanero de El Rincón (Citado por
Norberto Fuentes en Hemingway en Cuba.
P.435
[10] Ernest Hemingway. A
Life History, Ibid. p.668
[11] Ibíd.
[12] Hemingway (1996), 14-18. En Wikipedia. Artículo sobre
Ernest Hemingway. 12 de febrero de 2014. Acceso móvil.
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