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Hemingway de camino a París. Una crónica (contada) como un relato.

Las corresponsalías de Hemingway para la revista Colliers, en los días en que como reportero de guerra tuvo su experiencia guerrera de camino a París, han sido oportunamente aireadas una y otra vez, y singularmente aludidas por sus biógrafos más acuciosos.  



Repasamos hoy en una de aquellas firmada en Agosto de 1944, y publicada en Octubre de aquel mismo año, intitulada Como vinimos a París [1]que nos parece dotadas de  unas coordenadas sugeridoras de las técnicas del relato o short story, dentro de un texto tan exigente como lo es una crónica incidental de tema guerrero.

Tal novedad en la increíble y fantástica estilística hemingwayana, es a no dudarlo uno de esos puntos de giro que explicitan su grandeur como maestro de cualquier género narrativo  en que incursionara, poniéndole su inconfundible e inimitable sello particular.

El opening del despacho  hemingwayano no nos deja dudas que asistiremos a algo más que un clásico reportaje. Oigámoslo desde la voz del reportero-personaje:
Nunca podría describirles las emociones que sentí a la llegada de la columna armada del General Leclerc al sudeste de París. Acabados de regresar de un patrullaje aterrorizante y luego de haber experimentado las peores circunstancias en un poblado que creíamos haber liberado con nuestra fortuita entrada, supe que el general nos convocaba con urgencia (…) Su saludo, impublicable, vivirá en mis oídos para siempre. “Fuera de mi vista…”dijo el galante general en algo más que un susurro, el Coronel B, el rey de la resistencia y el corresponsal de las acciones armadas se retiraron. [2]
Ya entendemos que Hemingway solapa en la narración  las funciones que supuestamente le tocaban en tales casos a cualquiera fuera el corresponsal que siguiera a pie juntillas el manual más clásico de su labor de corresponsal a guerre . 

La realidad de sus actuaciones puso un punto y aparte en esos protocolos que la Convención de Ginebra regulaba para tales funciones, y aunque se le intentó censurar por aquellas “contravenciones”, como el hecho de portar armas y dirigir a su modo un pequeño comando de soldados irregulares, salió indemne de tales  acusaciones.  [3]

No es de extrañar la observación que sigue en el curso del despacho, y que alude al intransitable general:
En mi experiencia guerrera, un general rudo es un general nervioso. Esa conclusión no la saqué en ese minuto, sino que partí en otra misión donde pudiera resguardar mi propio nerviosismo en un jeep, y mis amigos pudieran clarificarme el tipo de resistencia que pudiéramos encontrar al día siguiente entre las poblaciones de Toussus le Noble y Le Christ de Saclay. [4]
El camino estaba por hacerse rumbo al objetivo parisino. Pero esa noche previa el cronista se dice sentirse  ansioso, las causas de su desasosiego las narra sin ambages desde su hotel en Rambouillet:
No recuerdo exactamente que me originaba aquella ansiedad, pero quizás fuera el hecho de estar rodeado de muchas personas, incluyendo a dos policías militares. O quizás el hecho de que habíamos dado crecida cuenta de nuestra raciones de vitamina B, y los impactos del alcohol estuvieran afectando los nervios de las   guerrillas que ya habían liberado demasiados pueblos en muy corto tiempo… [5]
Aquella tropa bisoña y ansiosa de hacer los honores de París, argumentaba con el capitán Hemingway su descontento por no hacer un avance expedito a la capital francesa. Hemingway les convencía con argumentos tácticos que la tropa no entendía para nada. Entre aquellos, la necesaria precedencia de las tropas regulares. Así los convencía el cronista y a la vez estratega en funciones:
Yo les aseguraba a los guerrilleros que si sólo eran pacientes,  tendríamos el privilegio de entrar en París con soldados por delante de nosotros en lugar de por detrás. Ese privilegio nos les correspondía, pero uno de los mejores tiradores de la tropa insistía en que lo hiciéramos…pero al llegar a Toususs le Noble, donde se combatía aún, las ordenes prohibieron que ni los periodistas ni los guerrilleros podrían avanzar primero que la columna lo hubiera hecho. [6]
La premura  por la entrada a la Ciudad Luz al parecer también respondía a una muy peculiar apuesta que Hemingway hubiera contraído con otros corresponsales franceses. Del hecho deja evidencia el ya citado investigador cubano Norberto Fuentes:
En esa época de Rambouillet, Hemingway concertó una apuesta con unos periodistas franceses: ganaba quien llegara primero a París, todavía ocupado por los alemanes. Hemingway perdió por apenas unas horas de demora (…) el mapa de la casa Micheline que Hemingway utilizó en esas operaciones, se conserva con una docena de anotaciones indescifrables, entre los papeles de Finca Vigía (…) [7]
El camino a París, empero no estaba tan expedito, y muchas circunstancias lo irían jalonando. Hemingway, el reportero, sigue su relato:
El día que avanzamos hacia París llovió profusamente y todos estábamos calados hasta los huesos casi al salir de Rambouillet. Atravesamos Chevreuses y St Remy-les Chevreuses sitios  por lo que ya habíamos patrullado antes y  éramos conocidos de los pobladores, y con quienes ya habíamos escanciado cantidades suficientes de Armagnac para calmarles el continuo displacer de nuestras guerrillas, que estaban entonces muy anhelosas por París. En tales días comprendí que el brindis de cualquiera fuera el contenido alcohólico de una botella, era el único argumento válido para terminar una disputa. [8]
Los detalles que siguen, del avance de la pequeña partida que Hemingway lideraba rumbo a París, nos siguen llegando en el inconfundible estilo de aquel improvisado capitán y cronista. 

Más que la clásica crónica guerrera, lo narrado tiene ese dejo sugerente de una inolvidable aventura, y los destellos de circunstancias un tanto rocambolescas y hasta divertidas,  que si no fuera por la seriedad del asunto, nos parecerían material de alguna humorada genial.
Después de sobrepasado St. Remy-les Chevreuses,  donde fuimos aclamados por los charcutier (sacrificadores de cerdos), a quienes conocíamos de otras incursiones y ser agasajados como siempre, cometimos el error de avanzar hasta la villa de Courcelle, precediendo a la columna armada, y al descubrir que no teníamos vehículos por delante, retornamos a St. Remy-les Chevreuses, para unirnos a ella.  Nuestro regreso fue visto con considerable alarma por los carniceros locales. Pero al explicarles la situación fuimos otra vez aclamados y agasajados con algunos tragos, de allí avanzamos resolutamente hacia Toussus le Noble donde yo sabía la columna entraría en combate. [9]
Siguen en la narración los detalles de un inevitable encuentro armado entre las tropas francesas y los alemanes atrincherados en el camino. Hemingway reconoce el inevitable displacer de aquel inevitable minuto:
No se podía escuchar nada, con el ruido de los     alemanes cuando eran lanzados, el fuego de la artillería francesa de proyectiles de 20mm, y el ruido de las ametralladoras por encima, pero el jefe francés de los irregulares que ya había contrastado de la información del enemigo gritó, en francés en mi oído: ‘El contacto es hermoso. Justo donde dijimos. Hermoso”. Hermoso era demasiado para mí, que no he sido nunca amante de esos contactos, y me golpee contra el    cuándo el obús de un 88 estalló a lo largo de la carretera. El contacto es un asunto demasiado ruidoso (…) [10]
El avance de aquel día a los predios parisinos  fue momentáneamente interrumpido. Las normas prescriptas de que ninguna fuerza irregular podría preceder a las tropas regulares eran terminantes, máxime con los esporádicos e imprevistos choques con el enemigo en retirada. 

Hemingway, el cronista y estratega, veía quizás desvanecerse su apuesta con los corresponsales franceses de quién sería el primero en tomar literalmente en todo sentido, la amada ciudad del Sena. Su crónica se detiene momentáneamente casi ad portas de uno de sus sitios favoritos  en tiempos de guerra o paz:
Como no podíamos avanzar más con la columna. Tomé una acción evasiva en este punto y apartándome del camino me adentré en un bar. Numerosas guerrilleros lo colmaban, cantando alegremente, y pasando el rato con una adorable muchacha española  de Bilbao, a quien ya había conocido en un patrullaje en las afueras de Cogniere(…) La muchacha había estado en otros combates, precediendo a las tropas desde que tenía quince años, y ni ella ni los guerrilleros les prestaban mucha atención a lo que sucedía afuera. Un jefe guerrillero llamado C me dijo: “Tome un trago de este excelente vino blanco”. Me di un trago largo de la misma botella y me pareció de una alta graduación alcohólica y con sabor a naranjas y llamado Grand Marnier. [11]
Los acontecimientos ulteriores de aquel día siguen narrados de un modo singular. El cronista tiene a bien dejar evidencias muy coloquiales en ese trasunto de crónica de sucesos tan bien salpimentandos por la sapiencia narrativa de un Hemingway siempre maestro en los azares de tales misiones guerreras.

Un diálogo muy oportuno entre aquel capitán de guerrilleros nada adscritos a las disciplinas militares y tan dados a la mejor acción, y al trago sin cuartel, nos deja evidencias sustanciosas:
Regresemos, apunte, y veamos si podemos seguir viaje  por Le Christ de Saclay. Pero el guerrillero  jefe llamado C apuntó: podemos avanzar por un camino paralelo, y entonces sólo tenemos que seguir a la columna. Yo le respondí: pienso es mejor regresar tan lejos como Chateaufort, quizás podamos avanzar más rápido de ese modo. [12]
Por tales derroteros sigue la narración:
Nos emparejamos con los tanques en un camino paralelo a un lado de la carretera de Versalles a París y nos movimos junto a ellos dentro de un profundo valle arbolado y emergiendo en campos verdes donde asomaba un viejo castillo(…) Para entonces mi mejor objetivo era llegar a París ileso(…) París estaba por ser tomada… [13]
La cercanía a la ciudad era inminente, pero igual el peligro circundante. Un poco más delante ardía hasta las heces un reservorio alemán de proyectiles, Hemingway describe el suceso:
Adelante y a nuestra izquierda, un reservorio de proyectiles alemanes ardía, y los variopintos proyectiles antiaéreos explotaban… el calor se hacía intenso dando la impresión de un bombardeo…” [14]
Hemingway comienza en ese punto a presentir la ciudad en su inevitable inminencia, el  espeluznante viaje, como en aquel épico poema Witmaniano [15], estaba hecho, el precio también ganado, no acaso por la apuesta perdida con sus colegas franceses, pero sí en el imaginario afectivo por aquel París que siempre le valió una Misa…

Allí estaba otra vez, y se le insinuaba envidiablemente galante y sugestiva, como la primera vez, como siempre:
Ahora íbamos colina abajo y yo conocía el camino y que veríamos al doblar la próxima curva…De pronto enmudecí, una incomprensible emoción atenazaba mi garganta, y de pronto tenía que limpiar mis espejuelos, allá, ahora, a nuestros pies, grisosa y siempre hermosa, se extendía la ciudad que yo más amé en el mundo. [16]


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1. On the Road to Paris: August 1944. How we came to Paris. By Ernest Hemingway. En: Reporting World War II. Part Two. American Journalism. 1944-1946.Literary Classics of the United States, Inc., New York, 1995. The Library of America-78. pp.242-250
2. Ibíd.
3. En una carta del coronel  Charles Trueman Lanham, Buck, su íntimo amigo durante las operaciones francesas que Hemingway reportó, le hacía saber que había firmado una declaración haciendo constar su inocencia de tales cargos. La investigación cursó entre Septiembre y Octubre de 1944. Otros corresponsales testificaron igualmente a su favor “que jamás lo habían visto con un arma encima”. Citado por Norberto Fuentes en su libro  Hemingway en Cuba. La Habana, Cuba, 1984. p.603
4. On the Road to Paris. Óp Cit.  
5. Ibíd. p.243
6. Ibíd.
7. Hemingway en Cuba. Óp. Cit. p.604
8. On the Road to Paris. Óp Cit.  pp.243-244
9. Ibíd. 
10. Ibíd. p.245
11. Ibíd. p.246
12. Ibíd. p.247
13. Ibíd. p.248
14. Ibíd. p. 249
15. Oh Captain, My Captain. 
16. Ibíd. p.250

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