Ernest Hemingway continúa siendo uno de esos escritores-enigma a los que la literatura de todos los tiempos le prodiga una especial atención. Hay, además, en todo estudio serio a su obra una singular triada de respeto/admiración/envidia que, a veces, es difícil desligar del verdadero sentido crítico, efecto que por demás tiene que ver con las preferencias o antipatías de sus críticos. Nos sigue quedando claro que al final se le admira de cualquier modo. Shutterstock | Kristina Tsvenger Lo del escritor-enigma, si es que el término tiene que ver más con la notoria sensación de los desconocido de su propio corpus literario, que con esas facetas que el escritor-personaje valida a lo largo de todas sus creaciones, y que muy bien ejemplifica su teoría siempre sugerente del iceberg [1] ; es otra posible ambigüedad, donde lo espiritual es la terra incognita, y que ahora nos proponemos re-descubrir en el presente ensayo. Hemingway no es reducible a una u otra corriente es
Un espacio para compartir sobre Ernest Hemingway.
La Bitácora aspira a ser como esos cajones de sastre donde la maravilla puede aparecer en el lugar más inopinado. Es invitación y convite permanente para compartir, desde la más absoluta libertad, las marcas tangibles o no, que su literatura como un todo, sigue trasudando por doquier. Es, ante todo, un absoluto reservorio que las resguarde impolutas para toda posible posteridad.